Capítulo 1

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Abro los ojos. Todo se ve borroso. Alargo mi mano hasta el despertador y le asesto un golpe contra el suelo que lo hace parar. Froto mis ojos con las palmas de las manos y me incorporo lentamente echando un vistazo a la habitación mientras se me aclara la vista. Llevo dos años viviendo en este apartamento asqueroso. Cada día se cae un trozo de papel de pared, el baño, pequeño de por sí, se me hace cada día aún más pequeño. La moqueta se está abriendo por las esquinas, la cocina es lo único medianamente aceptable, si con aceptable se refiere uno a tener una nevera casi vacía, platos sucios de hace meses en la pila y una viscosidad de algo que no se muy bien que es pegada a la mayor parte de la encimera. Y que decir de la habitación. Una cama siempre sin hacer, una mesita con un despertador lleno de abollones, un armario con el espejo casi roto y no mucho que enseñar por dentro. Lo único bueno son las vistas hacia el centro de Los Ángeles.

Después de graduarme en informática y hacer varios cursos de fotografía para niñas repelentes y madres ricas que les permiten todo, he acabado en un restaurante de buena fama, supongo que es lo único bueno después de todo. Cada día entra gente con cochazos, vestidos alucinantes y algún que otro famoso y se sientan como si el mundo fuera suyo sin importarles lo molestos que son para camareras como yo a las que piden de todo cada dos segundos a cambio de una propina miserables y algún que otro tocamiento de culo y miradas obscenas y comentarios denigrantes y siempre con una sonrisa y buena cara, por supuesto. Lo de que es algo bueno, era una ironía. El sueldo me da lo justo para vivir en este cuchitril, sí, en el centro de la ciudad, pero he visto formas mejores de pasar la vida.

Tras plantearme seriamente mi existencia, consigo salir de la cama. Aún no a empezado el frío, aunque por suerte en una ciudad como ésta no suele haber temperaturas muy bajas, pero el suelo se nota como una pista de hielo. Un escalofrío me recorre el cuerpo. A la carrera, voy al baño y me meto bajo un chorro más frío que caliente al que por suerte ya vivo acostumbrada. Me pongo unos vaqueros con los bajos bastante descosidos y la primera camiseta que veo. Una blanca con florecitas. Me voy a la cocina y pongo un poco de agua en el cuenco de Anubis, el gato que me regaló mi hermana y que se pasa la vida comiendo y tumbado en el sofá, con su única preocupación de gato, que por su comportamiento, diría que es encontrar comida y bebida en el sitio de siempre.

Cuando miro al reloj ya son las siete y media y tengo exactamente quince minutos para llegar al restaurante, que como casi siempre, llegaré tarde. Aunque ya es algo a lo que mi querido jefe "El capullo del siglo" se ha acostumbrado, y sus charlas ya no duran más de cinco minutos. Doy un último vistazo a la deprimente casa para asegurarme de que no hay nada que pueda incendiar el edificio. El montón de ropa sucia cada vez en más grande, así que decido, de una patada, meterlo en una esquina y salgo.

El camino hasta el restaurante no lleva más de diez minutos andando, claro que a mi ritmo tardo el doble. La calle empieza a llenarse poco a poco. Los niños gritando en dirección a la escuela, señores de traje gritando a alguien en su teléfono... Las tiendas empiezan a abrirse y todo es de lo más normal.

Cuando llego al restaurante ya están todas las mesas preparadas para abrir a las ocho en punto. "El capullo del siglo" ya está gritando energúmeno porque el tenedor está ligeramente doblado, porque las servilletas no están perfectamente colocadas y obviamente, porque llego veinte minutos tarde.

-¡Alex, creo que te dejé muy claro el horario!

-Sí, cada mañana de cada día de cada mes. Buenos días a ti también.

-Tu ironía me mata. Te he cambiado el turno. Hoy servirás las mesas.

-Creí que te gustaba más verme detrás de la barra.

-Sí, pero James está enfermo, o algo así. Tienes que cubrir su turno.

-¿Significa eso que no saldré hasta media noche?

Northern Lights.              [Con Jared Leto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora