Capítulo 4

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Me despierto y siento todo mi cuerpo entumecido. Giro sobre mí y observo la habitación. Grande, de colores alternando rojo y blanco, un armario enorme con un espejo completo y con una gran ventana tapada ahora evitando la filtración de la luz. A la izquierda de la habitación hay una puerta entreabierta que deja ver un baño, y desde aquí no se ve del todo, pero parece amplio y realmente lujoso. Dos mesillas a cada lado de la cama con fotografías de una adolescente con sus amigas en Roma y Londres, además de otras fotos en las que aparece ella y tres personas más. Entrecierro los ojos y me fijo más en ese retrato. La adolescente, junto al hombre del restaurante y Jared y una señora que para nada era la arpía que había visto. Meto la cabeza bajo las sábanas y me veo con un camisón de seda rosado que sin duda yo nunca usaría, aunque se nota realmente suave.

Poco a poco recuerdo lo que pasó la noche anterior y cuanto más recuerdo, más ganas me entran de llorar. Vuelvo a meterme bajo las sábanas, y me quedo escuchando al silencio, conteniendo las ganas de echarme a llorar. 

Alguien llama a la puerta suavemente. Cuando intento decir que pase, de mi garganta sale un sonido grave, más bien como un gruñido. La puerta se abre y aparece Jared, vestido con un chándal gris y una camiseta blanca ajustada y sujetando una bandeja.

-Buenos días.- Su sonrisa se ve tremendamente hermosa.-¿Cómo te sientes?

-Las rodillas-Susurro, señalándolas con los dedos.-Me duelen.

-Come un poco y las curamos en un momento.

Con su ayuda me incorporo, sentándome y apoyando mi espalda contra el cabecero. Dejo que me ponga la bandeja con el desayuno sobre mi regazo y mis ojos se abren.

Un vaso enorme de zumo, tortitas con un montón de sirope, una gran taza con café humeante al lado de otra con chocolate igual de caliente, un cuenco con frambuesas y arándanos y una pequeña florecita amarilla. 

-No sabía si te gustaba más el chocolate o el café, así que hice los dos. Las tortitas las he hecho yo... No soy un gran cocinero pero espero que no te hagan tener dolor de tripa.

Le sonrío para tranquilizarlo.-Jamás había visto un desayuno así.-Digo aún en susurros graves. La garganta me duele pero tengo tanta hambre, que me da igual.

Mientras como, Jared me observa. Decido preguntar algo para hacer que deje de mirarme tan fijamente. No es que me desagrade, pero me hace sentir un poco incómoda.

-¿Es tu hermana?- Pregunto señalando las fotos.

-Sí. Ésta es su habitación. Se llama Carlota.

-Oh, ¿y dónde a dormido ella?

-No te preocupes. Hace más de dos meses que ya no vive aquí. 

-Bien, supongo.

Me acomodo en la cama y siento varias punzadas en el estómago, además de todo el cuerpo. Hago una mueca y Jared me observa como si él también sintiese el dolor.

-Si quieres darte un baño adelante.-Se levanta con cuidado y se dirige a la puerta. -Estaré abajo si me necesitas.

Con una sonrisa desaparece y yo me quedo sola en la habitación mirando lo que me queda de desayuno. Al final decido levantarme. Aparto las sábanas lentamente y me incorporo. El espejo que tengo en frente me da una vista de una chica con los ojos hinchados y rojos, el labio rajado, media cara morada, manos y brazos con arañazos y, levantándome un poco el camisón, un par de rodillas ensangrentadas y rajadas, además de sangre seca por al rededor.

Sigo sin poder creer que eso me ocurriese a mí. Siempre tuve cuidado de lo que hacía y con quien iba, de hecho no tuve casi parejas por cosas como estas. Pero el maldito Izan me comió la cabeza, y ahora he pagado el precio.

Northern Lights.              [Con Jared Leto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora