Capítulo 2

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Ya son las nueve de la noche y aún sigo metida en el maldito restaurante. Admito que el día no ha sido tan deprimente como siempre lo es y solo quiero llegar a mi casa y marcar el número de teléfono que tengo metido en el bolsillo. Pero no puedo pensar en eso ahora, porque cuanto más se me mete en la cabeza, más lo deseo.

Después de haberme pasado toda la mañana y parte de la tarde sirviendo y recogiendo, ahora por fin puedo ir detrás de la barra y sentarme un rato, escuchar estúpidos problemas mientras sonrío y asiento para hacer sentir bien a esa persona sin tener ni idea de que diablos habla, quejarme del trabajo y del capullo del jefe y todo lo que se te ocurra. Todo está tranquilo hasta que una voz familiar me hace mirar a la puerta. Un hombre alto, pelo oscuro, ojos negros y una sonrisa absolutamente falsa, cruza el restaurante hasta sentarse frente a la barra.

-Hola Izan- Saludo pesadamente

-Valla, Alex, estás preciosa. Hacía tiempo que no te veía por aquí.

-Y yo que me alegro de eso. Que quieres.

-No me extraña que tus propinas, incluso tu sueldo sea desastroso con ese tono tan borde.

-Acabas con mi paciencia, que de por sí ya es limitada.- No puedo evitar apretar la mandíbula. Éste si es un autentico capullo, de los de alto nivel. Salí con él como tres meses y acabé queriendo sacarle los ojos con un palillo. Egocéntrico, manipulador, celoso, repelente, egoísta y todo lo que se te ocurra. Me atrevo a decir que prefiero casarme con mi jefe antes que volver a ver la cara de este imbécil.

-Bien, ponme... mmm... Un vaso de ron

Exasperada, le acerco un vaso y me contengo para no escupir dentro. Le sirvo y vuelvo a lo mío.

-¿Qué planes tienes?- Pregunta Izan, acabándose la bebida de un solo trago.

-Ninguno que sea de tu incumbencia.

-Venga cielo, hace tiempo que no nos vemos. Pongámonos al día.

-Si has acabado, págame, y vete por donde has venido

-Ponme otro.- Dice dando golpecitos a la barra.

-Si acabas borracho antes de las diez, habrás batido tu propio récord de alcoholismo.- Le sirvo otro vaso.

-Deja la botella. Al menos ella no intentará matarme.

-No des nada por sentado.

Al borde de un ataque de ira contra ese mamón, decido ir a recoger algunas mesas. Cuando vuelvo Izan sigue donde le dejé, y la botella casi en las últimas. Suspiro, más por cansancio que por tristeza hacia él.

-Oye-Dice agarrando mi muñeca y reteniéndome.- ¿Por qué te fuiste?

-¿Qué?

-Qué por qué te fuiste esa mañana de mi apartamento así de repente, sin dejar si quiera una nota, o una explicación- Se nota que ya está ebrio.

-Izan, suéltame.

-Contesta.

-Porque eres un capullo, un impresentable y porque te tiraste a unas cuatro tías esa misma noche.- Mi paciencia acabó en este momento. Mi voz está lo suficientemente alta como para atraer la atención de varios clientes y compañeros. Y sinceramente, me da igual.

-Ese no era yo...

-Oh, ¿no?. ¿Era un capullo vestido igual que tú? ¿Un capullo con tu misma voz y que vivía en tu misma casa? ¡Te juro que te apuñalaría aquí y ahora mismo!

Los ojos de Izan son grandes y me miran casi con tristeza, pero antes de que pueda arrepentirme de mis últimas palabras, comienza a reírse como un maldito loco.

-¡¿De qué diablos te ríes ahora, maldito imbécil?!- Mi voz se quiebra. Nunca llegué a superar del todo que me engañara de esa forma. Tan solo llevábamos unos meses y tubo la sangre fría de meter a cuatro chicas en su cama y montárselo durante toda la noche y parte del día. Borré todo lo relacionado con él, al menos todo lo que pude. Ahora que por fin lo estaba superando, tiene que venir y ponerse hasta el culo del alcohol y hacerme hablar del maldito tema.

-Tu carácter siempre ha sido terrible, Alexandra.

-Cállate.

Antes de poder decir nada más, mi "querido" jefe tiene que asomar su monstruosa nariz fuera de su despacho y como estaba claro, poner orden.

-Alex, mete las mesas de fuera.

Sin decir nada más, ni si quiera algún típico comentario sarcástico, hago lo que me dice. Puedo oír como grita a Izan y éste solo se ríe. Finalmente acaba tirado en la calle con la botella de ron agarrada contra su pecho.

Evito mirarle, y vuelvo a mi sitio tras la barra. Cuando vuelvo la cabeza, ya no está. Me siento aliviada. Un problema menos del que preocuparse.

Afortunadamente a las once de la noche ya estoy en casa. Me quito la ropa, que va directa al montón de ropa sucia y me recuesto en el sofá, junto a Anubis, que por una vez se muestra amable y cariñoso. Acabo quedándome dormida con el gato recostado en la tripa.

Me despierto sobresaltada al escuchar un ruido seco. Me incorporo lentamente y miro a mi alrededor. El cuello me duele cantidad y mis nervios están atacados, y no encuentro aún el origen del sonido. Cuando entro en la habitación comprendo lo que ha pasado. El dichoso espejo se ha acabado soltando del todo y ha caído sobre la mesita de noche destrozando por completo el despertador. Maldigo mentalmente a la gravedad.

Recojo mi móvil y miro la hora. Seis y media de la mañana. Creo que es la primera vez que me despierto tan temprano. Antes de irme a la ducha decido recoger toda la ropa sucia y bajarla a la lavadora, que ahora por suerte está completamente vacía, hecho unas monedas y me quedo un momento pensando, con la extraña sensación de que olvidaba algo. Tras meditar unos instantes, me encojo de hombros y vuelvo al piso. Me doy una larga ducha y preparo café, lo que es mala idea, ya que el sabor de ese café es nauseabundo. A las siete y cuarto bajo a por la ropa y cuando estoy a punto de colgarla, algo en mis vaqueros me llama la atención. Un papel arrugado y roto. "No, nonononononooooo" Rezo para que no sea ese papel... para que no sea el papel del chico de los ojos azules y sonrisa preciosa. "Maldita sea. Como eres tan estúpida" Me maldigo una y otra vez mientras intento recomponer la nota. Algunas partes estás más o menos bien... pero otras... Tan solo se ve su nombre. Jared. Y un único número. "Ésto no me puede estar pasando". Casi con ganas de llorar por haberme olvidado por completo de él, me dejo caer en el sillón con los trozos de papel deshecho en mis manos.

Cuando me doy cuenta ya son casi las ocho y aún no me he vestido. Respiro hondo unas cuantas veces, cojo lo primero que encuentro del armario y salgo hacia el restaurante a toda velocidad.

Cuando llego ya son las ocho y cuarto y hay bastante gente de un lado para otro. Por una vez en todo el tiempo trabajando en éste sitio, tengo miedo de la bronca del jefe. Por primera vez en mucho tiempo me siento realmente mal conmigo misma. 

Northern Lights.              [Con Jared Leto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora