Para Ainhoa, alguien a quien nunca conocí.

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      Un destello de luz blanca y después nada. ¿Qué había pasado? No lo sabía, pero al menos ese insufrible dolor de barriga había acabado. Todo a su alrededor estaba oscuro. En realidad, podía verse las piernas, los brazos, su pulsera rosa de conejitos, el camisón blanco... Así que no había oscuridad a la que temer. A lo lejos le pareció ver una pequeña luz. Estaba segura, sí la había visto. De hecho, ahora la veía claramente, cada vez más grande. Parecía que se estaba acercando hacia ella poco a poco, muy lentamente, como si ya el tiempo no fuera importante.

      ¿Cómo había llegado hasta aquí? Recordaba que le dolía mucho la barriga y que su padre la había llevado al hospital, que habían estado esperando mucho rato en una sala con más niños y padres preocupados, a los que no conocía de nada. Que al fin había sido su turno, la cara de preocupación de su padre. Sus ojos llorosos, sus fuertes abrazos, su olor a café. ¿Pero después? ¿Qué había pasado? Si, después de unos días en una habitación gris, la enfermera le había llevado a una sala blanca donde unos señores con bata le habían puesto una máscara de esas que salían en las películas. ¿Y después?

      La luz ya estaba cerca y una musiquita llegaba tenue a sus oídos, un pensamiento cruzó su mente, ¿Debería apartarse de ella? Intentó moverse pero estaba flotando en la oscuridad y no podía ni siquiera girar sobre sí misma.
      Finalmente el brillo le alcanzó envolviéndola en una dulce melodía y después... Nada. Publicado por en Etiquetas: No hay comentarios:

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