Nunca me advirtieron.

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Mi madre me advirtió que los cigarrillos podrían causar cáncer.
Pero ella nunca me dijo que el odio a sí misma podía crecer más rápido que cualquier tumor.

Mi padre me advirtió que nunca debería dejar de pensar.
Pero nunca me advirtió que pensar demasiado podría matar mi felicidad.

Mi hermana me advirtió que las personas podrían comentar cosas hirientes sobre mí.
Pero ella nunca me advirtió que en lugar de escuchar a la voz de otra perdían, escuchara mi voz interior.

Mi hermano me advirtió acerca de las drogas en bolsitas de plástico que venden en la calle. Pero él nunca me advirtió acerca de las personas que ponen droga en su bebida cuando usted no la está buscando.

Mi abuela me advirtió sobre el diablo y su cola y cuernos rojos.
Pero ella nunca me advirtió de su sonrisa angelical y sus ojos marrones.

Mi abuelo me advirtió que la bebida podría matar.
Pero nunca me advirtió que si bebía suficiente bebida con alcohol su sabor sabría como el amor.

Mi primo me advirtió que no perdiera la virginidad con un chico aunque me encantará.
Pero nunca me advirtió sobre perderla con un chico que me amara.

Mi tía me advirtió que si seguía comiendo mucho, podría vomitar.
Pero nunca me advirtió que aunque no comiera nada... Seguiría vomitando.

Mi niñera me advirtió que un niño podría romperme el corazón.
Pero nunca me advirtió que si lo molestaba podría romperme un brazo o pierna.

Mi maestra de advirtió acerca de los hombres peligrosos con cuchillos que podrían cortar mi garganta.
Pero nunca me advirtió que no sólo ese tipo de hombres con cuchillos se necesitan para cortar mi piel.

Todos me advirtieron que no debía hacer cosas peligrosas que me podrían matar. Pero nunca tuve la oportunidad de preguntarles si corto mis muñecas verticalmente y tomar treinta y ocho pastillas era una de esas cosas peligrosas.

Cartas Que Nadie Leerá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora