-No -respondieron por mí-. Tiene una familia, tiene un esposo y dos niñas esperando en casa, no puede quedarse a cuidar de tres desconocidos.
Sus palabras se clavaron en mi pecho como una estaca, hubiera deseado poder responder de alguna manera, quería asegurarles cuanto me dolería dejarlos porque se habían vuelto parte de mi familia, de mis días, sin ellos sobre llevar la vida luego de Michael sería prácticamente imposible. Prince y yo nos sentamos en la cama mirando el semblante severo de Paris, su carácter fuerte me recordaba a las duras peleas con su padre, a los gritos cuando algo no era como lo deseaba o no lograba su cometido.
-Ya comprendí -le recriminó Prince con molestia.
-Ella...
-Yo estaré con ustedes mientras pueda, voy a cuidarlos sin problema alguno -acaricié el cabello rubio del chico a mi lado.
-Deberíamos continuar -el pequeño Blanket miro el armario abierto tomando muchas prendas al mismo tiempo y tirando todas dentro de la caja sin lograr acomodar del todo.
La caja frente a él estaba casi repleta de ropa y ni siquiera era la mitad del armario, sus ojos castaños se posaron en el interior de la caja, se acercó con cautela antes de sostener entre sus pequeñas manos una caja aterciopelada de color negro. La sangre se me subió a la cabeza, si eso era exactamente lo que pensaba entonces tal vez mi valor seguiría huyendo de mí.
- ¿Qué es eso?
El niño examino la caja, me levante de la cama casi corriendo hasta donde se encontraba. La abrió y el destello propinado por el diamante me lleno los ojos de recuerdos.
- ¿Un anillo?
Mi anillo.
. . .
-No juegues conmigo de esa manera.
-No lo hago. Tú compraste todo eso, quiero regresar todo.
-Son joyas para ti, no necesitas regresar nada.-Se llaman recuerdos, Michael.
-Quieres olvidarte de mí, me siento mejor -aclaró con sarcasmo.
No tenía palabras, no tenia nada frente a él.
-No quiero volver a usarlas.
- ¿Por qué?
-Porque no las usaré para ti.
. . .
- ¿Anillo? -Paris ya se encontraba a mi lado.
Di un paso atrás.
- ¿Es solamente el anillo? -la pregunta era absurda, él no conservaría todo cuanto compró para mí, no me quería cerca, al menos eso acordamos la última vez.
-Eso parece -me tendió la caja para dejarme observarlo mejor.
Hace tanto tiempo no llevaba ese anillo en el dedo, no miraba los destellos del diamante con nuestra promesa guardada en el. No debía esperar a que conservara todas esas joyas como testigos de cuanto nos adoramos el uno al otro, de toda la pasión, el desenfreno, la locura... el amor.
-Aquí hay algo - en las pequeñas manos de Blanket reposaba con cuidado la caja en donde le entregue nuestras esperanzas alguna vez.
Abrió el forro de la caja para extraer de su interior una nota.
Aún te extraño
xxMe mostró el trozo de papel con la caligrafía poco legible, en ella. La nota. Mi nota antes de la salida penosa de su vida, antes de la llegada del olvido.
- ¿Él extrañaba a alguien? -el pequeño ladeó la cabeza.
-Es una nota para él.
- ¿Cómo lo sabes?
Ese era un nuevo recuerdo por contarles. Cuando todo termino, cuando esperé noches enteras una llamada o algún indicio para volver a sus brazos y en cambio no obtuve señal alguna de su amor perpetuo por mí.
-Es mi anillo de bodas.
- ¿En serio? ¿Cuándo ustedes se casaron?
-Sí.
- ¿Por qué lo tiene él?
Baje la mirada hasta mis pies, no tenía una razón, le di todo cuanto tenía de él, todo cuando me recordaba los momentos felices de nuestra vida juntos y lo peor era haberme quedado con lo único verdaderamente valioso sin decirle nada.
-Quizá lo olvidé en Neverland y decidió guardarlo.
Ambos se encogieron en los hombros, entre Paris y yo nos sentamos en el suelo para acomodar la ropa en el interior de la caja. El pequeño abrió otro cajón con ayuda de Prince.
- ¿Qué es todo esto? -interrogó el chico rubio frunciendo ligeramente el ceño.
Me puse de pie una vez más y al asomar la cabeza me llevé la mejor sorpresa de todas. En el cajón se encontraban un par de juguetes, dibujos, cartas, entre otros artefactos de mis hijos para él regalos de la escuela, porta retratos, fotos, una gran historia en cada cosa.
-Son regalos de mis hijos.
-Pero ella son muy pequeñas para saber escribir, ¿o no?
Todos reímos logrando hacer sonrojar a Blanket.
-Hablo de mis hijos mayores, Ben y Riley.
Tome uno de los primeros dibujos a la mano, era de Ben, un dibujo de película en donde con las siluetas apenas marcadas mostraban a mi sosteniendo su mano, luego la de Michael y Michael sosteniendo la de Riley, "Mi familia" era el título de su obra de arte. No me había percatado de cuantos regalos le habían dado, de cuantos recuerdos había guardado a lo largo de los años, cuantas veces mis hijos lo vieron como su verdadero padre.
-Eran una familia bonita.
Acaricié el papel como si se tratara de la seda más suave.
- ¿Quieres conservarlos? -sugirió Prince.
-Son de tu padre -negué un par de veces devolviéndole la hoja.
-Es de su vida juntos, también son tuyos.
El corazón me latió con fuerza, no pude ignorar la sensación de alegría naciendo de mi estómago.
-Deberías mostrarle todo a tus hijos -Paris me tomó la mano-. Tal vez les agrade ver todo esto.
-Suena como una buena idea.
No estaba segura de si lo era, pero sabía cual sería su reacción al encontrarse con todo de nuevo.
-Me gustaría escuchar las historias de todos esos recuerdos.
Michael era un hombre ermitaño en muchos aspectos de su vida, eran pocos quienes lograban obtener información verdaderamente intima de él, pero su mundo no era por nada lo que cualquiera hubiera esperado. Era un mundo maravilloso, lleno de misterio, paisajes bellos, fe y esperanza, pero también estaba ese lado suyo tan diferente, tan oscuro con la habilidad de asustarte a simple vista, aquello no lo podría dominarlo, sin embargo era parte de su humanidad.
-Puedo contarles todo, si él no lo hizo.
Me sorprendía saber que había ocultado todo cuanto vivió antes de ellos porque quizá los recuerdos lo atormentaban tanto como a mí.
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Querida Lisa
FanfictionResguardando recuerdos en cajas como acostumbraba cuando quería olvidarse de algo, ocultando el tiempo transcurrido entre nosotros. Quizá ambos queríamos olvidar todo, el dolor, el sufrimiento, el rencor, todo cuanto nos estaba dañando y yo principa...