7. Un nuevo par.

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—Carol, mi niña —escucho la voz de mi abuela, pero sé que eso es imposible, ella ya no está.

—No seas floja, cariño, debo hablar contigo —ahora es seguro, estoy muy loca.

Siento como alguien comienza a moverme, con dificultad abro los ojos y la veo ahí, restriego mis ojos para asegurarme de que estoy viendo bien.

— ¿Abuela, eres tú? —pregunto con la voz entrecortada.

—Pero claro mi niña, he venido porque no me gusta verte así —dijo mientras acariciaba mi cabeza.

—Lo siento, yo solo... lo siento— fue lo único que pude decir.

— ¿Qué es lo que sientes? ¿Hacerme sentir que alguien me quería? ¿Ser la mejor nieta que hubiese podido pedir? ¿O haberme ayudado a cumplir mi misión? —cuestionó.

— ¿Tu misión? —pregunté extrañada.

—Pero claro cariño, alguna vez te dije que los ángeles también podían venir para enseñarnos.

—Yo asentí, aun dudando de mi cordura— Y tú has aprendido a creer, a ver más allá de lo que te rodea, a soñar —dijo con una sonrisa.

Yo solo la observaba, se veía muy diferente a como la recordaba, lucía más feliz, y el temblor de sus manos había desaparecido por completo. Muchas cosas pasaban por mi cabeza, pero mi corazón solo necesitaba algo.

—Quédate conmigo por favor —supliqué, y ella solo negó con la cabeza.

—No puedo, tú debes ser fuerte. Tienes que cumplir tu propia misión. —Yo estaba sin habla.

—Así es, tú ya aprendiste a creer. Ahora tendrás que hacer que otros crean. Sé que tú puedes.

Todo es posible para quienes creen —esa frase, que me había tranquilizado tanto en el pasado, ahora me estaba destrozando, quería ser egoísta, olvidar la misión a cambio de conservar a mi querida abuela.

—Es que... no sé si yo pueda seguir creyendo —bajé la mirada, sabía que la estaba decepcionando.

—Mi cielo, sé que una responsabilidad como esta puede asustar mucho. Pero el miedo no es más que un recordatorio de cuan valientes podemos llegar a ser. —Depositó un beso en mi frente.

—Sé que lo lograrás.

Después de eso comenzó a alejarse, se acercó a le ventana y desapareció.

—¡Abuela! —grité. Comencé a correr lo más rápido que podía, vi una luz que se alejaba y de pronto desperté.

Seguía en la habitación de mi abuela, al parecer había soñado todo, pero recordé sus palabras «Todo es posible para quienes creen» Tal vez solo fue un sueño, pero en el fondo sabía qué era exactamente lo que tenía que hacer, no me dejaría vencer, no permitiría que nada ni nadie me dijese que algo era imposible, y lo más importante, nunca dejaría de creer.

Un impulso me hizo caminar hacia la ventana, tal vez aún tenía la esperanza de asomarme y ver a mi abuela ahí.

Lo que vi fue igual de impactante, en el cable estaba colgado un nuevo par de zapatos, pero no era cualquier par, eran unos mocasines color café, con un pequeño listón en la parte de arriba. Estaban atados con un cordón y se movían con las corrientes de aire. 

Nuevamente las lágrimas brotaron de mis ojos, pero esta vez no eran de dolor, eran de orgullo y alegría,porque sabía que había sido ella quien dejó esos zapatos ahí, porque era un ángel, y no losnecesitaba más. 

 

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La ventana de la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora