El día de hoy me molesté mucho con un niño de mi salón llamado Jorge, y es que estuvo contando una absurda historia acerca de la razón por la cual aparecían los zapatos colgados del cable de luz.
Según Jorge, todo es obra de una pandilla del barrio. En donde vivo hay muchas de esas, mamá dice que son personas muy peligrosas que se dedican a asaltar a la gente, creo que es obvio que esos malhechores no pueden ser los ángeles que protegen a las personas. Pero Jorge dijo que esos zapatos pertenecen a las víctimas de esos criminales y que eran ellos quienes los colgaban ahí para exponerlos como si fuesen trofeos ¡Es lo más tonto que he escuchado en mi vida!
Por esa razón le grité: —¡Mentiroso! —y él me retó a contar la verdad, pero como se lo prometí a la abuela, no dije nada. El resto del día me estuvo haciendo burla, también les dijo a mis otros compañeros que no me hablaran porque yo estaba loca. La verdad es que en el fondo me sentí triste, es muy feo cuando las demás personas te ignoran.
Por la noche le conté a la abuela lo sucedido, ella me dijo que los ignorara, que seguramente para mañana ellos lo habrían olvidado.
— ¿Y si no lo hacen? —dije ¿Qué pasaría si nunca me hablaban de nuevo? ¿Sería por siempre «la loca»?
—Pues tú seguirás igual, ambas sabemos la verdad y con eso es suficiente. Algún día esos niños abrirán los ojos y verán la maravillosa realidad, o tal vez no lo hagan. Pero tú no te debes dejar intimidar por ellos. —Yo seguía preocupada, no quería perder a mis amigos, quizá debería disculparme, aunque yo no hice nada malo.
— ¿Ves que hay unos nuevos zapatos? —habló la abuela y yo me asomé por la venta y en efecto, ahí estaban, esta vez eran unos zapatos negros, algo desgastados y con unas agujetas color naranja.
—Sí —me limité a contestar.
—Esos pertenecieron a un joven llamado Oliver. A él le fue encomendada la misión de ayudar a una pequeña con muchísimos problemas, el principal de ellos era que no creía en sí misma, había pasado casi toda su vida escuchando insultos, tantos que llegó a perder la fe.
«Pobrecilla» pensé.
—Oliver intentó dejar pequeñas notas diciéndole lo especial que era, pero ella creyó que todo se trataba de una broma cruel. Después de un tiempo, la chica comenzó a juntarse con personas malas, pues creía que "solo esas personas la comprendían" aunque claramente no era así.
Ella se había confundido, en realidad ese tipo de personas eran como suave arcilla, moldeables ante cualquier toque; hacían cualquier cosa que les proporcionara, aunque sea el más mínimo sentimiento de alegría, hundiéndose en un pozo del cual le era muy difícil salir.
Oliver trataba de actuar como su conciencia, haciendo que ella escuchara su voz dentro de su cabeza, advirtiéndole a diario las consecuencias que podrían traer sus actos; pero si existe una capacidad que los seres humanos tenemos, es la de ignorar a esa voz que nos habla desde nuestro interior. —La mirada de la abuela expresaba tristeza, pero aun así continuó con su relato.
—Pasaron varios años, llegó el momento en el que todos esos amigos falsos la abandonaron, sintiéndose sola y devastada, vagó por las calles, aparentemente sin un rumbo fijo. Pero Oliver no se daba por vencido, y tenía un plan. Sin que ella se diera cuenta, la guío hacia un parque, en él había un grupo de chicos molestando a un niño, le gritaban cosas horrendas y lo empujaban.
Ella observaba esto y lo único que pensaba era «Niño, que futuro tan podrido te espera». Cuando los chicos comenzaron a retirarse, el niño se levantó y gritó con todas sus fuerzas: —¡Podrán insultarme todo lo que quieran, pero jamás lograrán que yo deje de luchar, podrán romper todos mis huesos, pero mi espíritu sigue siendo fuerte, nunca podrán hacerme caer! Al escuchar esto la chica se sorprendió mucho ¿Cómo era posible que después de tremenda golpiza, aquel niño no se rindiera? Se acercó al pequeño y le preguntó el porqué de su reacción, cualquier otro se hubiese quedado llorando tendido en el suelo, incluso ella lo había hecho en múltiples ocasiones.
La respuesta del niño le sorprendió: —Si caigo me levanto, porque quedarme ahí en el suelo solo les da la oportunidad para pisotearme. Tal vez algún día se cansen de molestarme o tal vez jamás lo hagan, pero no permitiré que me quiten mi voluntad y mi voz. Esas palabras fueron como un balde de agua fría para ella, poco a poco fue dándose cuenta de los errores que había cometido, ella había entregado su voluntad sin luchar. —Mi abuela se quedó callada por un momento.
— ¿Y qué pasó con ella? — Me atreví a preguntar
—Recuperó su voluntad, y con ella también su voz interior volvió. Se dio cuenta de que a veces lo que otros nos digan no debe afectarnos, al final de todo somos nosotros quienes decidimos cómo nos sentiremos y como actuaremos, decidimos levantarnos o quedarnos tirados, la fuerza está en tu interior. — Respondió ella con mucha convicción.
—Pero es imposible que no te afecte lo que las demás personas te digan, algunas pueden ser muy crueles— Recordé cuando mi madre me llamó inútil solo porque derrame un poco de sopa sobre la mesa, es imposible no sentirse así cuando tu propia madre te llama de ese modo.
— Dime ¿tú crees en lo que te acabo de contar? —cuestionó refiriéndose a la historia de la chica
que perdió su voz interior.
—Claro que sí —dije sin pensarlo dos veces.
—Y eso es lo que realmente importa: creer, tal vez si otras personas escuchan esa historia podrían decir que estoy loca y que esa historia es algo imposible, pero todo es posible para quienes creen. Lo imposible solo es imposible hasta que crees en ello con tanta fuerza que se hace real, y es entonces cuando notas que todas las señales estaban ahí, esperando a que alguien fuese capaz de creer. Debes creer, creer en ti misma, solo así podrás acallar las voces del exterior y poder escuchar a tu voz interna— De alguna manera ella siempre sabía cómo tranquilizarme.
—Gracias, abuela —le di un gran abrazo y ella contenta lo recibió.
—De nada, hija. Ahora será mejor que te vayas a dormir, mañana debes ir a estudiar. —Sabía que ella tenía razón, me despedí de ella y me fui a mi habitación «Todo es posible para quienes creen» repetí internamente antes de quedarme completamente dormida.
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La ventana de la abuela
ContoLa felicidad no depende de cuantas cosas poseas, ni la sabiduría depende de tu cordura. Un cable de luz y un par de zapatos pueden ser suficientes para crear historias maravillosas. Carol es una niña de ocho años con una familia disfuncional, cuando...