3. No todos los ángeles son iguales.

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Mamá se fue a dormir y yo sabía lo que eso significaba. Tomé el suéter que había dejado preparado bajo mi almohada; en estos días de lluvia el frío que hacía por las noches era espantoso, y más por el hecho de que casi toda nuestra casa estaba llena de goteras.

—¡Achú! —no pude evitar estornudar, solo esperaba que mi madre no lo haya escuchado.

Llegué al cuarto de la abuela y ella ya estaba esperándome, sentada al pie de la ventana como siempre.

—Hoy llegó un par muy especial —ella rio un poco al pronunciar la palabra «par» lo cual me extrañó.

Cuando me asomé por la ventana pude ver el porqué de su risa, resulta que no había un par, en realidad era un solo zapato. Cuando le pregunté si el dueño de ese zapato había extraviado el par; ella solo dijo —no necesitas el zapato derecho si solo tienes el pie izquierdo —su respuesta me sorprendió.

La abuela me contó que ese zapato pertenecía a una chica, que debido a una enfermedad muy rara había perdido el pie derecho, ella era un ángel muy persistente, y aunque cualquiera podría pensar que, para una persona con su condición, sería algo imposible volverse una corredora profesional. Ella no se dio por vencida, entrenó como nadie y después de varios años logró cumplir su sueño, demostrándole a todas esas personas que no creían en ella que estaban muy equivocados.

La historia me pareció fascinante, pero era muy diferente a las otras. En las historias que la abuela me había contado anteriormente, a los ángeles se les encomendaba proteger a alguien, no volverse atletas profesionales.

—Es una historia muy distinta, ¿no crees? —fue como si la abuela me leyera la mente.

—Sí, ¿abuela, a quién ayudó esa chica? —cuestioné con el ceño fruncido.

—A todo aquel que la vio superarse así misma o que al menos ha escuchado de ella. No todos los ángeles son enviados a cuidar de alguien, algunos vienen para que aprendamos de ellos, vienen a enseñarnos a no darnos por vencidos, a ser más pacientes, a ser agradecidos, a ayudar a otros. No importa que tan débil pueda verse una persona, la fuerza recae en su espíritu.

Cuando ella dijo eso, comencé a ver a ese zapato que estaba solo, de una manera diferente, y se convirtió en uno de mis favoritos. Verlo ahí me hacía pensar en que no existen dificultades demasiado grandes como para no poder vencerlas. 

La ventana de la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora