Capítulo Extra - Parte I

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Galean

Ahí estaba yo, sin poder creerlo todavía. Y ahí estaba ella, recostada sobre un manto grisáceo de tierra. Me acerque solo un poco para poder asegurarme de que mis ojos no me engañaban, de que un par de noches en vela no me jugaban una mala pasada. Pero era ella. Demonios, realmente era ella. No fue difícil reconocerla, solo se veía algo más pálida que la última vez, incluso más joven.

Estaba tan quieta. Se veía como una muñeca de porcelana abandonada en medio de la nada. ¿Llevaba mucho tiempo ahí? ¿Acaso ya estaba muerta? ¿Llegué tarde?
Ella reaccionó de repente tomando una fuerte y profunda respiración como si llegara desde el fondo del mar a la superficie sin el aliento suficiente. De alguna manera me las arregle para sentirme aliviado y a la vez perturbado. Mi enemiga seguía con vida y sobre todas las cosas seguía siendo mi enemiga. Estaba viva, pero la verdad es que no podría ser por mucho tiempo. Ya estaba ahogándose con aquel aire nefasto que rondaba fuera de la nave. Quince minutos expuesta y su sangre estaría envenenada de forma permanente. Consiguió darse la vuelta y todavía no lo podía creer. Él me lo dijo pero nunca lo creí. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo supo Júpiter que ella vendría? Esto era lo que tanto esperaba, una oportunidad para vengarme y aun así después de pensar tantas veces en este momento no estaba listo. No estaba decidido. No podía hacerlo.

Justo enfrente de mis ojos, luchaba por su vida la asesina de miles de inocentes. Los recuerdos de sus rostros me invaden. Algunos eran mis vecinos, otros mis amigos, ...mis padres y sobre todo mi pequeña hermana Yuhi. Yuhi. Cerré mis ojos tratando de recordarla pero sólo vería sus ojos azules a la luz del atardecer o su melena oscura como el café rodeada por las flores silvestres del campo. Ya habían pasado quince años desde su muerte y mi hermanita seguiría muerta. "¡Que ella muera también!". De repente la sangre quemaba y mis dientes apretaban. Quería verla muerta pero parte de mí pereció con esa idea. ¿Por qué se lo iba a dejar tan fácil? ¿Por qué? Yo había vagado durante años por un mundo que no era el mío, sufría todas las noches recordando a mi familia muerta, una familia que no volvería a ver jamás. Ella no se merecía simplemente morir quedándose dormida. La muerte es la salida fácil de un asesino, escuche decir a mi padre. Tiene que sufrir. Que baje al infierno conmigo y que me haga compañía Sin ninguna otra duda, la levante en mis brazos y le murmure lo mucho que la odiaba. Hasta donde se podía ver, yo la salvaba y lo más probable es que no nos estaba haciendo un favor a ninguno de los dos. No podía decidir si esto era obra de algún Dios misericordioso que me abandono desde muy joven y ahora se redimía entregándome la cabeza de mi verdugo o si ella venía a terminar con lo que inicio alguna vez.

Corrí hasta la rampa que estaba a unos metros de distancia. Sin soltar su débil cuerpo cerré la compuerta detrás de nosotros con el comando de voz y luego me quite el casco pero antes de que pudiera llamar por el intercomunicador, oí su murmuro. Una inconfundible melodía lleno mis oídos. Ella suplicaba por su madre derramando pequeñas lágrimas que corrían hasta la intemperie de mi brazo rodeándola. Ya se encontraba sufriendo. La fiebre se había descontrolado en el segundo en el que entramos en la nave. Así que me apresure y avise a Lynn por el intercomunicador. Han apareció a su lado cuando llegue a la enfermería. Con ellos dos era suficiente. No debía engañarme a mí mismo, probablemente Júpiter ya estaba enterado de lo sucedido y se debatía entre cortarme la cabeza o no. Había decidido ignorar sus sugerencias o sus órdenes, mejor dicho, ya que él se sentía como el jefe de todos solo porque llevaba más tiempo en este lugar que el resto. No sería su favorito pero todavía le era útil. No sería su torre, ni su caballo pero le serviría de peón cuando llegara el momento. Júpiter era muy astuto.

La colocamos en el regazo que había tomado la forma de una camilla. Han la sostuvo cuando Lynn nos ordenó que le quitáramos el morral y sus abrigos. Solté todo en algún lugar del suelo sin fijarme y Lynn le subió una manga para inyectarle el suero del viajero que era el nombre que le dábamos a la sustancia cristalina que limpiaba el sistema y lo hacía inmune a toda la mierda que se acumulaba en el aire de este infierno. Como siempre pasaba, los signos vitales se estabilizaban en cuestión de segundos y la fiebre descendería de a poco hasta que al cabo de unas horas estaría fuera de riesgo.

OSCURIDAD  Entre Dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora