6

254 5 0
                                    

——Alto ahí grasño brachno

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

——Alto ahí grasño brachno.—— me acerqué scorro temiendo por la seguridad de aquella pobre besuña.

——Puedo encargarme yo sola de este Schuto.—— se levanta del taburete en el que estaba sentada y lo alza para tolchocar la quijotera del hombrearmario.

El mastodonte se preparó para atacar, pero vuestro humilde narrador le salvó la vida a esa ptitsa.

——Perdona a mi druga. Ella no sabe lo que dice, se ha pasado con el moloco.—— Ella me tolchocó la noga, pero ignoré su rasdrás.

——Calla esa grasña rota, si alguien está pianitso aquí, eres tú.

Me tolchocó la golová, pero no sentí nada, aquello me hizo pominar lo que ocurría y desperté de mi snito. Lo cierto es que yo seguía en el Korova piteando algo de moloco plus y ella estaba crichando barbaridades al hombrearmario como antes de que yo me sasnutara pianitso.

——Perdona. —— dijo él, que parecía asustado ante la violencia de Sigma. La cheloveca tenía yarboclos... metafóricamente.

Seguía videando la escena con cara de glupo, no pominaba cómo era capaz de actuar así y salir ilesa. Ella vino hasta mi mesa, como a cámara lenta, como pasa en el siny.

——¿Te conozco?—— yo asentí, nunca olvidaré su litso.—— Sé mi coartada, acabo de poner gas sarín en las copas de ese veco.

Sigma no me recordaba a mí. Probablemente fuese la única cheloveca del Korova que no me reconociese. Su eme debía haberla advertido sobre mí, debía temer a Alexander DeLarge. Después de todo, quién sabe de qué maldades es capaz mi rasuduque tras todo lo que he pasado.

La naranja mecánica: El regreso de AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora