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Eran las tri de la mañana y no podía sacar a Sigma de mi quijotera

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Eran las tri de la mañana y no podía sacar a Sigma de mi quijotera.

Salté de la cama, ahora que no podía spartar, era el momento de buscar algo de diversión.
Mi nuevo domo estaba en el centro de la ciudad, el vonoso gobierno quería que la gente me videara haciendo una vida normal, pero la gente me evitaba.

Me cuelgo de la rama de un árbol hasta que consigo romperla con el tamaño de un pequeño schlaga, como el que tenía antes de que mis pe y eme se deshicieran de él y el resto de mis cosas para hacer hueco a ese sodo que seguía viviendo con ellos.

Paseo por la calle vacía con total seguridad e incluso me atrevo a dar unas vueltas observando la joroschó luz de la luna.
No se me ocurre una definición mejor para LIBERTAD. Aquella era una slovo con mucho significado para mí, así como para cualquiera que ha estado realmente plenio o esclavizado, pues solo se echa de menos a la libertad cuando falta.
El escaparate de una de las tiendas me comienza a llamar a gritos, «Alex» «Alex» cricha a través del cristal con golosa seductora.

Uno de los maniquíes luce unos platis negros con dva cadenas plateadas a la altura de la cadera que caen hasta las rodillas. La parte de arriba tenía nopcas también plateados, colocados en los hombros, de forma que todos los platis caían al suelo con solo desabrochar aquellos dva nopcas.

Pego la rota frente al cristal y mi mandíbula se afloja al ver la etiqueta con el precio 350 golis.

Un verdadero robo. Eran unos platis joroschó, pero no valían todo aquel dengo.

Una sonrisa alborota los hoyuelos de mis mejillas, después de todo «quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón».

Adopto la posición de un golfista y golpeo el cristal con mi bastón improvisado, el vidrio se resquebraja dejando el paso libre.

——Mierda, no es mi talla.—— me quejo empujando el maniquí escuálido.

La naranja mecánica: El regreso de AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora