Lluvia

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La primera estupidez relativa a mi vida sucedió antes de que naciera. Fue cometida por mis padres al elegir mi nombre y tal vez marca en gran medida las tonalidades de la paleta que colorea mi vida.

Me llamaron Ame.

Podían haberme llamado Nozomi o Hanako o Hiyori, pero no, me llamaron Ame ya que llovía cuando nací y a mi madre le pareció muy poético.

Nunca fui una niña alegre. Le daba demasiadas vueltas a las cosas y no me gustaba estar con otros niños. Eran tan ruidosos... En el parque infantil los solía observar desde una prudente distancia gritando , riéndose, jugando o peleando... No entendía por qué lo hacían, me refiero a lo de reírse. ¿Qué puñetera gracia tenía eso de lanzarse bolas de barro y ponerse de mierda hasta las cejas? ¿Subir y lanzarse por un tobogán? O lo de girar sobre uno mismo en círculos hasta que caías mareado al suelo. Ni idea.

Cuando mi madre me veía fruncir el entrecejo sabía que ya me estaba rallando con algún pensamiento parasitario y trataba de animarme a mezclarme con ellos.

- ¿Por qué no vas a jugar con los demás?

- No me apetece - Siempre la misma respuesta.

Cuando sonaba la campana del recreo, los demás niños salían en tromba pero yo me quedaba la última eligiendo algún libro de la estantería biblioteca. Los profesores me observaban leer en solitario en vez de jugar con los demás y se admiraban.

- Qué estudiosa es su hija, Hayato San... Nunca deja de leer, ni en los recreos.

En un país donde los estudios o su fracaso en ellos es una de las principales presiones que caían sobre las espaldas de los jóvenes, el que yo prefiriese leer a jugar se consideraba una virtud..., incluso en una niña de 7 años.

Tal vez era tímida, tal vez la crueldad de los niños me afectaba de manera especial, pero seguí en esa linea durante toda la primaria. Solo tenía un amigo, de carácter tan extraño como el mío y recelaba de mis compañeros de clase, convirtiéndome muy a menudo en el objeto de sus burlas.

Yo aunque sacaba buenas notas, fallaba en gimnasia y los deportes no podían ser una ayuda a la hora de socializar.

Ni era simpática ni tampoco destacaba por ser demasiado bonita. Con mis gafas de pasta y mi ropa de chico, solía llevarme mejor con ellos que con ellas, pero no era un colega de equipo ni el objetivo de una posible conquista, por lo que los compañeros de colegio muy a menudo me ignoraban y las compañeras me despreciaban.

Por mi, perfecto... Tenía mis historias. Un mundo fantástico hecho de papel, y aunque la soledad me apabullase a veces, nunca conseguí la suerte de mis heroínas shoujo. Jamás el chico guapo y popular se fijaba en la chica callada y antisocial, jamás apareció la amiga especial que viese mi potencial oculto y a base de ropa bonita y un toque de pintalabios, sacase a la superficie el cisne a partir del patito feo.

Antes de pasar a Secundaria me fui con ellos de viaje de fin de curso a Okinawa y mientras los demás iban a la playa o las discotecas, me quedaba en el hotel leyendo manga o viendo algún anime en mi habitación. El baile de graduación fue otro intento fallido. Nadie me sacó a bailar y abandoné la fiesta mucho antes que los demás.

Mientras esperaba que mi madre me recogiese a la salida llovía.

Llovía y siguió lloviendo.

Nozomi: esperanza

Hanako: pequeña flor

Hiyori: buen día



Ikigai: Una Razón Para ContinuarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora