III Mi mejor amiga

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Lorenz : Más  que una amiga es como una hermana, la conocí cuando éramos muy niñas.
Fue en un tiempo de grandes cambios para mí: cuando mi madre y yo llegamos a vivir al barrio Malasaña en Madrid.

Ya no recuerdo todo; sólo algunas cosas pero a Lorenz si la recuerdo desde el primer día en que la vi.

Y apesar de que sólo tenía unos siete años, está en mi mente cómo si hubiese pasado ayer.

Mi madre estaba ocupada en entrar las pocas cosas qué pudo traer de la casa de los abuelos, al piso donde viviríamos desde ese día, yo la esperaba parada en la entrada del edificio cuándo escuché unos gritos y me volteo para ver de dónde provenían, y veo que al costado del edificio del frente  sobre la acera estaba una niña peleando con un chaval dé pantaleta  azul y cabellos revueltos.

El Chavalillo trataba dé quitarle una espada de madera, pero ella se aferraba a la espada como si de ella dependiera su vida, se arrastraba por él suelo gritando cómo loca.

Mi madre estaba metida en él coche rebuscando casi de cuerpo completo y al escuchar la pataleta de los dos chiquillos salió del coche me tomó de un brazo y me entro, pero recuerdo bien a Lorenz con su cabello castaño rizado, su rostro rojo de la rabia y su vestido blanco todo sucio, me imaginé qué quizás los dos chicos serían hermanos.
Por un rato los observé por la ventana,  por instantes peleaban y después parecían jugar, pero al final solo los vi alejarse y no se para dónde, y me mantuve mucho tiempo apoyada el el cristal de la ventana esperando verlos regresar pero no fue así, finalmente mi madre me serró las cortinas y me obligó á meterme a la cama, le pregunté a mi madre si en el próximo día podría salir a jugar con los niños del barrio, ella solo contesto.
- No estamos en la aldea, aquí todo será diferente.
*******
Llegamos a vivir en el número 204 de la calle San Bernardo: el departamento era muy pequeño dos dormitorios el salón con un pequeño comedor contiguo, la cocina qué también contaba con un balcón y el cuarto de baño.
Pero él balcón del salón era el más grande y el qué ofrecía la mejor vista, se podía ver la avenida por dónde pasaban los coches y autobuses, también a las señoras ataviadas con grandes sombreros y algunas con elaboradas sombrillas, que caminaban por la acera con sus bolsas elegantes, cargando con sus compras.

  A la mañana siguiente mi madre me llevo al colegio de las Carmelitas  era una construcción enorme con muros antiguos y largos pasillos, también teñía hermoso jardines, todas las niñas se agrupaban en las esquinas esperando el momento de pasar a los salones, yo estaba tan asustada que comencé a llorar, pero a pesar de mi llanto mi mamá ahí me dejó; con todas esas mujeres vestidas de negro y con caras muy serías. 

Lloraba pero ninguna de ellas me consolaba: mi madre se marchó dejándome en la oficina de la madre superiora hasta que terminaron todo sobre mí registration, después me mandaron con una de las monjas directo al salón de clases, yo caminaba detrás de la monja casi corriendo por largos pasillos, la infeliz no se preocupaba por llevarme de la mano sólo me gritó barias veces que me apresurará, finalmente se detuvo frente a una puerta de madera muy rústica y la abrió de un tirón, primero se dirigió a quien impartía clases,  las dos monjas intercambiaron algunas palabras mientras yo permanecía inmóvil parada debajo del umbral de la puerta siendo observada por muchos ojitos que me miraban con curiosidad, al terminar su corta intervención la que dirigía la clase me indicó donde debía sentarme.

Mientras atravesaba las filas del salón dónde solo avían niñas, pude ver la cara de aquella chiquilla peleona del día anterior y sentí un poco de seguridad ya que por lo menos encontré un rostro conocido, aún cuando  ella no me conociera.
Me sentaron sola en el final del salón a pesar que todas las niñas estaban sentadas en pareja, el salon era grande con rústicos mesitas de dos sillas y en las paredes algunos estanterías con libros y objetos desconocidos para mí, al frente el buró de la maestra abarrotado de libros y cuadernos y ella parada frente al pizarrón con una larga regla de madera en sus manos; yo estaba atemorizada y no me atrevía ni a moverme y poco recuerdo de que tema hablaba la maestra, creo que por los nervios del primer día.

A la hora del recreo todas las niñas corrieron y ninguna de ellas me presto la más mínima atención, yo seguí al grupo como oveja que sigue al rebaño, primero fuimos a un inmenso comedor con alargadas mesas rodeadas por largos bancos de madera de color oscuro, las cocineras todas vestidas de negro sirvieron los alimentos y el silencio era sepulcral, sólo se escuchaban de vez en cuando el sonido de las cucharas al servir, terminamos todas al mismo tiempo y en silencio salimos en la misma fila india que entramos, y nos llevaron hasta el patio de juegos; yo me atrinchere en una esquina del patio de recreo y aunque todas las niñas jugaban yo no me atrevía a hablar con ninguna.

Pero un tumulto dé chicas que se apretujaban en la otra esquina del patio me llamó la atención y aunque tuve curiosidad no abandone mí trinchera, en un instante llegaron dos de las mujeres de negro y pude verlo claramente que llevaban á una niña del brazo con su pelo revuelto y la cara roja como tomate, el tumulto se disipó y todas continuaron jugando, yo seguía atrincherada.

Sonó el silbato y todas regresamos al salón, pero al entrar no vi á Lorenz en su pupitre; al pasar el tiempo y notar que la chica peleona no regresaba le pedí permiso a la maestra para salir al baño y mientras caminaba por uno de los corredores escuche los sollozos dé alguien:  busque con la mirada para saber de donde venían; entonces pude ver dentro de un pequeño cuarto la cabellera castaña y revuelta, era ella la tenían de castigo arrodillada contra la pared.

Muerta de miedo y arriesgándome a ser castigada me escabullí y acercándome le pregunté.
- porqué lloras?
ella me miró con sus ojitos llenos de lágrimas y su cara sucia por el llanto; se puso de pie y me abrazó.
Solo eso bastaría para convertirnos en amigas inseparables para siempre, cuándo mi madre vino por mí me despedí de Lorenz, pude ver que su mamá llegaba por ella.
Le pregunté a mamá si podía invitar a Lorenz a jugar a la casa, mamá lo permitió después de asegurarse dónde vivía y conocer a su mamá, ellas vivían en el edificio del costado.
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Gracias por sus votos y no olviden sus comentarios. Lo prometido es deuda y aquí ya les va. Espero qué les guste y si es así espero sus votos y comentarios.  Hasta pronto.  Mí cariño para todos. Y nunca olviden que la paciencia es la madre dé todas las cosas, y que todo lo que se propongan lo lograran.

Prostituta en otra vida.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora