4. La cita de Al

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James Sirius Potter adora el quidditch. Piensa que es el juego más absolutamente cojonudo del mundo entero. Le gusta porque tienes que montar en escoba y vas a toda velocidad, porque es rápido y porque hay que trabajar la estrategia, también le gusta porque es algo peligroso - hace años que ningún jugador muere en el terreno de juego, pero antes sucedía más a menudo - y James siente una especial atracción por todo aquello que es peligroso. Pero sin duda lo que más le gusta de jugar al quidditch es que todos le conocen y corean su nombre y apellido. Excepto aquellos que le tienen envidia. Esos ni siquiera le aplauden, a veces incluso le dedican algún que otro insulto por lo bajo, porque no se atreven a hacerlo a la cara.

Claro que no.

James Sirius Potter nunca se ha metido en peleas. En peleas de verdad. En ese tipo de peleas en las que hay puñetazos y patadas, al estilo muggle, y sin embargo muchos temen que James pueda darles un puñetazo si se atreven siquiera a mirarlo de reojo con el gesto torcido. También les asusta que les apunte con la varita y pronuncie un par de palabras que los ponga cabeza abajo o que haga caer sus pantalones al suelo, porque James no tiene reparos en hacer ese tipo de cosas.

Y lo cierto es que James nunca ha deseado pegar a nadie de verdad. Siempre se ha divertido más atando los cordones de las zapatillas de la gente, o provocando que le saliesen flores de las orejas... Pero nunca ha deseado pegar a nadie. Por eso James no entiende a qué viene ese ardor tan molesto en el pecho, ni por qué sus puños se cierran automáticamente cuando ve a Bill Simons a unos metros de distancia, bromeando con la estúpida de Alya Haworth.

Y ya puestos, tampoco entiende por qué maldita razón sus ojos no pueden dejar de mirarlos mientras se dirigen a las mazmorras para su próxima clase de Pociones.

- ... y te juro que empezaron a llorarme los ojos.

James carraspea y aparta la mirada - por fin - de la espalda de los dos slytherin. Fred rompe a reír a su lado y Lorcan, que como siempre los acompaña, hace lo mismo.

- Tío estás fatal. - Dice Fred.

- Te lo digo en serio. - Asegura Lorcan - A ese tío deberían explicarle que tomar una ducha de vez en cuando no viene mal. Si hubiese tenido que quedarme a su lado un segundo más, habría cogido un cubo de agua del lago y se lo habría echado encima. ¿Habría pillado la indirecta?

- ¿De quién hablamos? - Pregunta James, sonriendo porque sí. Porque Fred y Lorcan lo hacen.

- De Filius Odonski. - Explica Fred - A Lorcan le ha tocado sentarse con él en Runas Antiguas y dice que huele como el vestido de su tía Edna. ¿Conoces a su tía Edna?

James entrecierra la mirada.

- Creo que sí. ¿Es esa señora que tiene el pelo rizado y que se pone a cantar a voces cuando todo está en silencio?

- La misma. - Afirma Lorcan entre risas.

- ¿Crees que será hereditario? - Pregunta Fred - Me refiero a lo de estar majara.

- Pues espero que sí. Al menos con tía Edna te ríes.

- Tienes un rollo raro con la gente con problemas mentales. - Apunta James - ¿Nunca te lo has hecho mirar?

- ¿Debería? No sé. La gente rara mola. - Lorcan se encoge de hombros.

James siempre ha pensado que Lorcan Scamander es un tipo raro, aunque se ríe mucho con él. De hecho es más gracioso que Fred. O tal vez sean graciosos de maneras diferentes.

James Sirius Potter y una slytherin de armas tomarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora