6. El beso de un Potter

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Navidad.

James Sirius Potter adora la Navidad. Adora ver las casas iluminadas, los jardines llenos de adornos, la alegría que parece haber conquistado a todo el mundo. Le gusta escuchar a tío Ron cantando villancicos después de haber bebido un poquito, le gusta ver a tío George preparando con esmero los fuegos artificiales que ha elegido para dar la bienvenida al nuevo año, le gusta escuchar el ruido de las conversaciones en el salón de su casa, a sus primos riendo y gritando mientras corren de acá para allá, a sus padres y a sus tíos discutiendo sobre la última cosa que ha dicho el Ministro de Magia, le gusta oír a su abuelo contándole historias de la Orden del Fénix, y a su abuela regañándole porque son muy pequeños para saber esas cosas, Arthur. Y aún le gusta más ir al Callejón Diagon durante las vacaciones. Las tiendas de toda la calle relucen con colores verdes, rojos y dorados, hay árboles de Navidad dispuestos en la puerta de cada tienda, a cada cual más grande y bonito, compitiendo entre los mismos dependientes por ser los que más impresionen a los clientes. Pero ninguno puede soñar siquiera con superar el de tío George.

El árbol que tío George tiene en la puerta de Sortilegios Weasley no es solo mucho mayor que el resto de los que hay en la mágica calle, también tiene más luces y los adornos más extravagantes que puedas ver, la mayoría de ellos inventados especialmente por él. A James le gustan, sobre todo, los Santa Claus que se bajan los pantalones si le pides una canción navideña. Además, regala caramelos con cada compra que hagas, y no son caramelos comunes, no. Los hay de un sinfín de sabores, incluso tienen más que las grageas Berttie Bott, pero también hay caramelos que te hacen levitar, eructar, cantar, echar humo por las orejas, bailar,... Y lo mejor es que no sabes qué te puede tocar.

- James, cariño, ¿podrías ir colocando aquella estantería?

El muchacho se pone colorado cuando su prima Victoire le sonríe delicadamente y le revuelve el pelo con ademán simpático antes de perderse de nuevo en el almacén de la tienda. Es tan guapa... Lleva un jersey blanco de punto y una falda de tablas que se mueve graciosamente con cada paso que da. James siempre ha pensado que debe ser la chica más guapa que existe sobre la faz de la Tierra, quizás después de su hermana Lily, que sin duda es el ser más hermoso que haya visto nunca.

- Que es tu prima, James...

James gira completamente sobre sí mismo para encontrarse con un muchacho alto, de cabello castaño y desaliñado que le lame las orejas. El flequillo apenas permite que se le vean los ojos del color de la miel que, según dice papá, ha heredado de su padre, Remus Lupin. James sonríe y corre hasta él, hasta el chico que considera su hermano mayor, para terminar fundidos en un fuerte abrazo. Un abrazo de esos que solo pueden darse los chicos y que contiene un montón de palmadas que sirven para demostrar quién es más fuerte de los dos.

- Pequeño ligoncete, ¿así que me voy un mes y ya quieres levantarme la novia?

- No creo que llegase a necesitar un mes para eso. – Bromea James.

- Has crecido desde septiembre, tienes más espalda, estás como más fuerte. – Observa Teddy, palmeándole los hombros y alejándose un poco de él para poder verlo mejor.

- ¿Sí? No sé... - James se encoge de hombros.

- ¡Teddy!

Su prima Victoire, que debe haber escuchado voces desde el almacén, cruza la tienda como un rayo y salta sobre el muchacho, encaramándose como un simio a una rama antes de cubrirlo por completo de besos. James suspira y aparta la vista. Siente cierto bochorno al presenciar ese tipo de escenas, la verdad. Se siente totalmente fuera de lugar, como si fuese un mirón que viola la intimidad de una pareja. Cuando por fin Teddy consigue que su prima deje de devorarlo y que regrese sana y salva al suelo, sus tíos George y Ron están entrando por la puerta de la tienda.

James Sirius Potter y una slytherin de armas tomarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora