7. Las chicas que odian San Valentín

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- ¿Pero qué dices, Al?

James Sirius Potter mira a su hermano con extrañeza.

- Sé que has sido tú. – Lo acusa el chico de ojos verdes – Dime dónde está.

- ¿Para qué querría yo tu estúpido diario? – James se cruza de brazos con cansancio.

Tiene que apartarse un poco para dejar pasar a una chica, porque Albus y él interrumpen el tránsito de una de las escaleras que llevan al piso principal. Esa tarde su hermano se ha empeñado en decir que él le ha quitado el diario que su prima Molly le regaló esas navidades. ¡Un diario! ¿Pero para qué iba él a querer un diario? Y además el de Albus... Seguro que se pasaba páginas y páginas escribiendo ñoñerías sobre Haworth que le harían vomitar.

- Para tocar las narices. Ese es tu único propósito en la vida. – Le dice con enfado.

James alza las cejas y frunce los labios.

- Piensa lo que quieras. Yo no he cogido tu maldito diario. No soy una chica. – Y lo dice con retintín, para joder a Albus y herir su orgullo masculino, si es que tiene de eso, claro, porque a veces duda bastante que su hermano sea mínimamente parecido al resto de chicos que conoce.

- Como me entere de que lo tienes tú, James, te juro que voy a enfadarme y mucho. – Lo amenaza Al.

- Haz lo que quieras, te digo que no te he cogido nada. – Insiste James – Y ahora, si no te importa, tengo que ir a entrenar.

Así que James le dedica a su hermano una mueca de falsa disculpa y trota escaleras abajo, perdiéndolo de vista en cuestión de segundos. ¡Pero qué pesado está Albus últimamente! ¿Tan difícil es entender que NO ha cogido su diario? Seguramente lo haya metido en el baúl y no lo recuerde. A veces Albus es olvidadizo para algunas cosas. En cualquier caso, va a tener que hablar seriamente con él, porque su hermano parece pensar que James vive para martirizarlo. Y es verdad que a veces se divierte a su costa, pero no lo hace porque le caiga mal. Lo hace porque es su obligación como hermano mayor.

Cuando sale fuera del calor del castillo, el viento frío de febrero le corta la respiración. Ese invierno está siendo uno de los peores que James alcanza a recordar. Las nevadas han continuado cayendo como si estuviesen en diciembre y de hecho el chico se habría hundido en el metro y medio de nieve que hay bajo sus pies de no ser por el hechizo que se ha lanzado en las botas de entrenamiento antes de salir.

Llega al campo de quidditch justo a tiempo. Sus compañeros de equipo aún no han salido del vestuario, así que James, después de tener que aguantar la reprimenda de Elisa Claggmont, capitana de Gryffindor y guardiana del equipo, sale al campo con su escoba al hombro, acompañado de Lorcan y Fred, los mejores golpeadores que ha tenido Gryffindor desde Fred y George, según les ha contado Hagrid alguna vez.

- ¿Qué hace Haworth ahí? – Pregunta Fred, achinando la mirada.

Y no es el único que se lo pregunta. Elisa mira fijamente a la muchacha morena con uniforme negro y verde que se encuentra sentada en las gradas, igual que hacen Dallia, Sean y Melinda, los cazadores de Gryffindor. Lorcan, que camina junto a él, no parece contrariado como el resto del equipo, pero por suerte él no es el capitán. Elisa monta en su escoba, da una fuerte patada al suelo y se alza hasta la grada, donde Alya Haworth continúa apaciblemente sentada junto a Bill Simons. James se muerde la mejilla por dentro. Antes no ha visto al chico que pasa un brazo por la espalda de Alya con despreocupación. ¿Estarán saliendo? Algo que se mueve en su pecho lo empuja a montar sobre su escoba para dirigirse también hacia la grada. Enseguida ve que Fred y Lorcan le siguen.

James Sirius Potter y una slytherin de armas tomarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora