Capítulo 18

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En las películas, la gente suele levantarse un poco motivada a ser feliz. Tal vez, porque quieren cumplir metas antes de morir o hasta porque es la vida lo que los pone así. En mi caso, me levanto pensando en la taza de café que tomaré de la cafetería de Lou sin permiso. Un café con leche espumoso, caliente y dulce como ninguno.
Básicamente, nada más.
Desde que he llegado de Canadá he dejado currículums por todos lados, pero no he conseguido nada gracias a mi hermosa fama como puta de Justin que podría llegar a causar problemas con mucha gente -en especial fans locas que viven por aquí cerca. Si no fuera porque mi padre es amigo de Lou, seguiría encerrada en mi casa llorando porque no tengo un futuro y demasiado tiempo extra para estudiar.
Mike y Lucas estaban sentados en el sofá peleando por algún tipo de videojuego raro que me tenía harta. Mamá había preparado chocolatada para desayunar y siquiera acercarme a oler me provocó arcadas.
-Enserio no puedo entender cómo pueden tomar eso.
Bernie me sonrió con el bigote lleno de leche y tragó una medialuna media mordida.
Después de casi 4 meses fuera de casa volver a verlos era una caricia al corazón. Especialmente a mis hermanos, que tenían la manía perfecta de hacer todo al revés, fastidiar a mi madre y hacerme reír como una loca. Esa mujer enojada era mejor que un payaso de circo para un niño.
Gracias a el poco dinero que recaude en Los Ángeles pude ayudar a mi padre a comprar un auto y cuando él no lo usa, llevarlo conmigo al trabajo. No era el auto último modelo que todos soñamos, pero definitivamente era mejor que caminar tanta distancia hasta el bar.
Encendí el auto y me encaminé a un largo día de servir pizzas, café y regalarle sonrisas a personas que no me interesaban pero que al mismo tiempo tanto misterio me provocaban. La noche anterior, una mujer de 70-75 años apareció llorando desconsoladamente, y sin dejar de moquear un segundo, pidió una pizza y se sentó en una butaca vacía a comer maní gratis. Resultó ser que tenía problemas nerviosos, que podía estar feliz como una cotorra o triste como una viuda, pero nunca le daba mucha importancia. Fue la única vez que me interesé de verdad por los clientes más allá de su aspecto y hasta nos hicimos amigas.
Después, el interés iba solo en qué los llevaba al lugar, si el miedo, la soledad o ganas de mirar a la gente... O de algo nuevo. Como yo. Yo iría a un café para conocer gente o poder observar lo felices que son y poder llenarme un poco de esa felicidad.

-Vuelves a llegar tarde, Emma.

Lou estaba sentado en el banco de madera de la entrada fumando sus cigarros mañaneros. El lugar estaba apenas abierto y la señora Evans era la única sentada en una de las pequeñas mesas tomando un café con masitas. Como todos los días.

-Lamento volver a llegar tarde, Lou -Resople-, ¿Te ha sido de mucho trabajo la señora Evans?

Se puso de pie, tomó su bastón y se metió al negocio sin siquiera pestañear. Rodé los ojos y una vez cerrado mi auto, me metí al lugar y caminé directamente a la cocina. Con lo delantal puesto, libreta en mano y mis pocas ganas de trabajar, caminé a la mesa de la señora Evans y escuché su rutina diaria.
"Me he levantado y he escuchando al perro pelear con algo, no sé exactamente qué, así que me levanté y..."
Todo a mi alrededor empezaba a iluminarse una vez que empezaba a asomarse el sol. Las calles empezaron a parecer más transitadas y la gente comenzó a aparecer; preocupada, enojada, feliz y estresada. Todo tipo de gente.
"Resultó ser que era algún tipo de pájaro herido. Lo paseó por toda la casa como si fuera un juguete, orgulloso de su caza. Obviamente..."
Una mujer con sus dos hijos -o los que podrían ser sus hijos- se acercaron al lugar. Tomaron asiento, sonrieron y como si fuera el día más lindo de sus vidas, rieron y esperaron a que alguien los atienda.
Sonreí.
"Lo saqué de la casa y me vine directo hacia aquí. Sé que Lou me escucharía y se reiría del acontecimiento" se rió y por fin volvió a tomar un trago de su café. Le sonreí, solté algún comentario al azar sobre perros y me levanté para atender la otra mesa.
Y así fue mi día. Saludar gente para ir a saludar más gente. Doy mi nombre, los buenos días y tiro algún comentario amistoso para que la gente vuelva a venir al lugar algún día. A veces me aprendo sus nombres y si me los cruzo por la calle, los saludo como si fueran viejos amigos.
A las 20:30 de la noche, a punto de irme, algo me incitó a ordenarme una pizza. Esas pizzas baratas que hace Lou para los chicos que salen de la escuela y no tienen demasiado dinero para comer.
Sabían mejor de lo que el precio aparentaba.
Para cuando termine de comer, había aprendido como Lou pasaba el sobreturno; cocinando y comiendo pizza hasta hartarse.

-¿Puedes terminar con los últimos clientes que hay, y luego sigo yo? -Me pidió. Sonó tranquilo, pero lo tomé como si estuviera rogando.

Un hombre con bastón, que amasa y atiende gente todo el día, a esta hora no debe tener ganas de hablarle a nadie.
Asentí con la cabeza y caminé hacia las últimas mesas que quedaban. O la última.
Dos hombres se reían mientras masticaban la pizza caliente de Lou. Con dos cervezas en su mesa y una pizza entera nadie puede pasarle mal. Bajé la cabeza y busqué mi libreta.
Prefería pasar por alto a los clientes mayores, ya que mi trabajo, que aunque no era el peor, no era el mejor para conquistar a alguien.

-Yo pago, Justin -Comento uno de los hombres. Me estremecí ante el nombre pero seguí avanzando hacia la mesa-. He cobrado la semana pasada.

Me reí.

-No eres el único -Comente en cuanto llegué a la mesa. Mi mirada estaba fija en la libreta donde anotaba el número de mesa y preparaba la cuenta-  Es la semana de la cobranza -Rei. Levante la mirada y la fijé en un chico de ojos claros y cabello rubio, que me sonreía en respuesta. Asintió con la cabeza y miró hacia adelante, donde su acompañante sacaba un fajo de dinero algo raro en estos lugares. Desvíe la mirada hacia mi izquierda y lo que vi me dejó totalmente paralizada.
Justin estaba sentado frente a mi, siendo atendido en el restaurante/café  donde trabajo todos los días. Movi los labios para decir algo pero ninguna palabra salió de mi boca, hasta que los labios de -mi- Justin se abrieron para decir mi nombre con esa voz que tanto apreciaba. O solía apreciar.

-Emma.

Volví la mirada hacia el chico rubio, que me entregó un fajo de dinero. La cuenta justa. Asenti con la cabeza y me di media vuelta, caminando lo más rápido posible hacia la caja para dejar el dinero y salir corriendo.

-Emma -Repitio, un poco más alto-. Espera, por favor.

En la barra, deje mi delantal y le entregué en mano el dinero de la cuenta a Lou. Lo saludé con la cabeza y casi trotando salí por la puerta de entrada, sintiendo la respiración de Justin casi sobre mi nuca. Se me hizo un nudo en la garganta pero seguí caminando hasta llegar al auto. En cuanto busqué en mi bolsillo, para mi desgracia, había olvidado la llave del auto en la cocina de Lou.

Un Nuevo Comienzo. {JB Fanfic} [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora