Dorothy lloró amargamente al desvanecerse sus esperanzas de regresar a su hogar,
mas cuando pudo pensarlo con calma se alegró de no haberse ido en el globo, y ella, tanto
como sus compañeros, lamentó perder a Oz.
-En verdad sería un ingrato si no llorara al hombre que me dio este hermoso corazón
que tengo -le dijo el Leña_dor-. Quisiera llorar un poco la pérdida de Oz, si es que me
haces tú el favor de enjugarme las lágrimas para que no me oxide.
-Con gusto -respondió ella, y fue a buscar una toalla.
El Leñador lloró durante varios minutos mientras ella observaba sus lágrimas con
gran atención y se las secaba. Cuando él hubo terminado, le dio las gracias y se aceitó
minuciosamente con su enjoyada aceitera a fin de no correr riesgos.
El Espantapájaros era ahora el gobernante de la Ciudad y aunque no era un Mago, la
gente se mostraba orgullosa de él.
-Porque no hay ninguna otra ciudad del mundo gobernada por un hombre relleno de
paja -decían.
Y, que ellos supieran, estaban en lo cierto.
Un día después que el globo se hubo llevado a Oz, los cuatro amigos se reunieron en
el Salón del Trono para hablar de la situación. El Espantapájaros sentóse en el gran sillón
y los otros, muy respetuosos, permanecieron de pie ante él.
-No estamos tan mal -dijo el nuevo gobernante-, pues este Palacio y la Ciudad
Esmeralda nos pertenecen y podemos hacer lo que nos plazca. Cuando recuerdo que no
hace mucho estaba clavado en un poste en medio de un maizal y que ahora soy el
gobernante de esta hermosa ciudad, me siento muy satisfecho con mi suerte.
-Yo también estoy contento con tener un corazón -mani_festó el Leñador-, y en
realidad era lo único que ansiaba en el mundo.
-Por mi parte me alegra saber que soy tan valiente como cualquier otra fiera... si es
que no lo soy más -dijo el León con gran modestia.
-Si Dorothy se contentara con vivir en la Ciudad Esmeral_da, todos podríamos ser
felices -agregó el Leñador.
-Pero es que no quiero vivir aquí -protestó la niña-. Quiero regresar a Kansas y vivir
con mi tía Em y mi tío Henry.