Mientras el Leñador hacía la escalera con troncos delgados que halló en el bosque,
Dorothy acostóse a dormir, pues la larga caminata habíala fatigado. El León también se
echó a descan_sar y Toto se acurrucó a su lado.
El Espantapájaros se quedó mirando al Leñador mientras éste trabajaba.
-No se me ocurre por qué razón está aquí este muro ni de qué está hecho -le dijo.
-No canses tu cerebro ni pienses en el muro -repuso el Leñador-. Cuando lo hayamos
salvado, ya sabremos lo que hay detrás de él.
Al cabo de un tiempo estuvo lista la escalera, que parecía un tanto rústica, aunque el
Leñador afirmó que era fuerte y serviría para lo que la necesitaban. El Espantapájaros
despertó a los durmientes y les dijo que ya tenían los medios para subir a lo alto del
muro. El mismo subió primero, pero lo hizo con tanta torpeza que Dorothy tuvo que
seguirlo de cerca a fin de evitar que se cayera. Cuando su cabeza sobrepasó la parte superior de la pared, el hombre de paja exclamó:
-¡Cielos!
Siguió subiendo y se sentó en lo alto del muro, mientras que Dorothy ascendía tras él
y exclamaba también:
-¡Cielos!
Después subió Toto y en seguida empezó a ladrar, pero Dorothy le hizo callar al
instante.
Después subió el León y el último fue el Leñador, y ambos exclamaron "¡Cielos!",
como los otros, no bien hubieron mirado por encima del muro. Cuando se hallaban todos
senta_dos en lo alto, formando una hilera, miraron hacia abajo y vieron un espectáculo
sumamente extraño.
Ante ellos se extendía una región cuyo suelo era tan suave, reluciente y blanco como
la superficie de un gran plato. Diseminadas por los alrededores había numerosas casas de
porcelana pintadas de los colores más vivos que pueda uno imaginar. Las viviendas eran
pequeñas, y el techo de la más alta difícilmente podría llegar a la cintura de Dorothy.
Veíanse también bonitos graneros rodeados por cercas de porcelana, y abundaban las
vacas, ovejas, caballos, cerdos y gallinas, todos del mismo material.
Pero lo más extraño de todo eran las personas que vivían en aquella región de
maravillas. Había jovencitas que cuidaban las vacas y otras encargadas de las ovejas,