Capítulo Dos

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Capítulo Dos

Mientras Justin esperaba la respuesta, _____ tomó una silla y la colocó frente a la nevera. Luego se subió a ella para sacar un paquete de cereales con fibra del armario y de él sacó una bolsa llena de bolitas de color naranja.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó él, pensando que el estrés le había hecho perder la cabeza.

—Sacando mi chocolate de emergencia. Vivo con tres mujeres y si cree que algo de chocolate duraría más de cinco minutos en esta casa, está muy equivocado —_______ se echó un puñado de bolitas en la mano y volvió a cerrar la bolsa.

—¿Por qué son de color naranja?

Ella lo miró como si tuviera dos cabezas.

—Son M&M de Halloween. Los compré a primeros de noviembre, cuando estaban a mitad de precio —contestó metiéndose una bolita en la boca.

Muy bien, aquello era muy extraño, pensó Justin.

—Antes estabas tomando una copa de vino. ¿Ya no la quieres?

—¿En lugar del chocolate? No.

Llevaba un jersey ancho de color azul, a juego con sus ojos, y una falda que le llegaba por la rodilla. Iba descalza y… tenía unas margaritas diminutas pintadas en cada uña. Aparte de eso, _____ McCoy no llevaba ni gota de maquillaje, ni joyas, sólo un reloj barato en la muñeca. Tenía el pelo rizado, de un bonito tono dorado, que caía sobre sus hombros. No parecía una mujer muy preocupada por su aspecto.

Y le parecía muy bien. El exterior se podía arreglar, lo que a él le preocupaba era el carácter. Por lo que había visto, era una persona compasiva y generosa. En otras palabras, una ingenua. Mejor para él. En aquel momento necesitaba una persona así para que los del consejo de administración lo dejasen en paz hasta que pudiese retomar el control.

—No has respondido a mi pregunta.

____ suspiró.

—Lo sé, pero no he respondido porque sigo sin saber qué quiere de mí.

Él señaló las sillas que rodeaban la mesa de la cocina.

—¿Por qué no nos sentamos?

Era su casa, debería ser ella quien lo invitase a sentarse. Aun así, _____ se encontró apartando la silla. Debería ofrecerle también un caramelo de chocolate, pero tenía la impresión de que iba a necesitarlos todos.

Justin se sentó frente a ella y apoyó los codos en la mesa.

—Soy el propietario de una empresa… Industrias Bieber.

—Dígame que es un negocio familiar —suspiró _____ —. Lo ha heredado, ¿verdad? No será tan egocéntrico como para haberle puesto su nombre, ¿no?

Él tuvo que disimular una sonrisa.

—Veo que el chocolate te da valor.

—Un poco, sí.

—Heredé la empresa cuando estaba en la universidad. Era una empresa pequeña y la convertí en una corporación multimillonaria en quince años.

Pues qué suerte, pensó ella. Pertenecer al dos por ciento de la población que había sacado un sobresaliente alto en la reválida no era precisamente impresionante comparado con sus millones.

—Para llegar tan lejos y tan rápido he tenido que ser despiadado —siguió él—. He comprado empresas y las he fusionado con la mía para modernizarlas y conseguir beneficios.

Seducida por un millonario(Justin y tu) (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora