Final: Un espectáculo maravilloso y fascinante

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Siete y media de la noche. Las luces alumbraban por todo lo alto los contornos del gran Escenario Kaleido; la gente abarrotó cada uno de los asientos masivamente agotados, clasificados y los parqueos no daban abasto para alojar la avalancha de vehículos que llegaban uno tras otro a la moderna carpa circense erguida impolutamente con la más avanzada técnica de ingeniería. La emoción junto a la expectativa reinaban. Esa noche-la más esperada de la historia-todas las ilusiones se preparaban para alzar vuelo con la magia que estaba a punto de desatarse.

El fragor del publico se colaba tras bambalinas donde se preparaba, en definitivo, el elenco completo: Anna, Mia, Rosetta; May, Leon y por supuesto la nueva estrella Kaleido Sora junto al resto de acróbatas que conformaban el elenco de aquel sueño del que nadie quería despertar.

—¡Ay estoy muy emocionada!—djio Sora moviéndose de un lado a otro como una paloma sin nido por los nervios.

—Yo me siento igual—congenió Rosetta tomándola de la mano—. Todos lo estamos pero no te preocupes, todo saldrá bien amiga.

Kalos los agrupó a todos y les advirtió estar atentos para cuando éste les diera la señal, para eso faltaban unos cuantos segundos cuando la señorita Layla irrumpió de imprevisto dirigiéndose a Sora en concreto.

—¡Sora!

—¿Señorita Layla?—Sora se extrañó un poco al verla entrar de ese modo aun cuando la función estaba a punto de empezar. El inusitado hecho dejó en expectativa a todos los presentes.

—Espera...antes de que des inicio quiero decirte algo—decía mientras calmaba su agitada respiración—. Sólo llegué hasta aquí para desearte... buena suerte.

Sonrió y el solo hecho de que se tomara la molestia de llegar corriendo hacia ella sin importar que su costoso vestido de satín se estropeara para desearle sus mejores deseos, inyectó de alegría y conmoción todo su interior.

—Muchas gracias señorita Layla, le dedico la función de esta noche, espero y la disfrute—respondió halagüeña.

—¡Todos a escena!—gritó uno de los coordinadores.

Esa era la señal...

Ocho en punto de la noche. Las luces se apagaron, el telón se levantó. El interludio grave que abrió la puesta en escena mantenía en suspenso a los espectadores que miraban con intensa curiosidad la ;profunda oscuridad que engullía el Escenario.

Las luces volvieron a fulgurar de un sopetón y ponen al descubierto el rocío de escarcha que bañaba de a poco los arboles desnudos, el rosal polarizado en azul y las yertas montañas emborronadas en el horizonte como un trazo difuminado en acuarela azul. Así de etérea era la escenografía que evocaba un ártico polar como sacado de un cuento de Christian Andersen mezclado con un lienzo propio de Neil Gaiman que dejó boquiabiertos hasta a los propios organizadores y acróbatas por el asombroso trabajo que realizó el padre de la pequeña Marion quien siempre se las lucía con sus ostentosas escenografías que hablaban por sí mismas y las mismas siempre superaban el concepto de lo que es un verdadero montaje escénico.

El elenco irrumpió en la escena y bailaba al compás de la música que había variado de tono con un solo de flauta girando y saltando sutilmente sobre el manto de escarcha casi real como una tribu de hadas sorteando destellos de nieve sobre su bosque encantado, mientras la otra parte realizaba delicadas acrobacias flotando por los aires como si caminaran sobre la nada; el público, embrujado por el conjunto de expresiones y manifestaciones conjugadas en la escena, entró en incertidumbre cuando quedaron sumergidos en la oscuridad al apagarse casi todas las luces, quedando dos reflectores únicamente sobre el escenario. Una suave llovizna granizada comenzó a reflejarse bajo la iluminada tabla y las mismas anunciaron la llegada de los estelares: Leon y Sora.

Una lluvia de aplausos se arrojó sobre ellos y fue el impulso que les permitió tomar actitud y adentrarse en sus personajes.

Iniciaron una danza que implicó mucho contacto corporal y una expresión únicos sobre el piso que simulaba hielo, una pista que se montó especialmente para ello y que se cubrió estratégicamente con la nieve falsa, reservada para el momento.

El joven Leon se alejó con el rostro lleno de congoja y Sora, denotando la misma expresión, le dio la espalda, cerró los ojos, luego corrió a toda marcha y saltó por encima de éste dejando boquiabierto a los espectadores con semejante acto suicida; realizó con gracia y profesionalidad aquel ejercicio que tanto le había costado. Regresó y abrazó de espaldas a su amado de un modo angelical que cautivó a más de uno.

—¡Guauuu mira mamá, mira!—dijo una pequeña entusiasmada tirando de la manga de su madre en señal de lo impresionante que le pareció el acto.

Las luces volvieron a apagarse luego de que el espectador se mantuvo inmerso en la pasión que transmitían los protagonistas de la obra con sus roces, sus saltos y sus bailes sobre el hielo y que ahora sumergen en un nuevo paradigma.

Todos estaban murmurando y mirándose unos con otros sin ocultar la exultación que figuraba en sus rostros, sabían que algo emocionante estaba a punto de ocurrir y cuando los reflectores descubrieron el teatro y todos miraban con el pulso a mil como las instalaciones del escenario se movían como un portón eléctrico quedaron cien por ciento alelados: una enorme luna plateada, una luna que superaba en tamaño y que parecía cosa de técnicos especialistas en recreaciones de esa índole iluminaba el cielo; sus amigas, las estrellas, como únicos y fabulosos adornos mientras su claro lo arrojaba sobre las mansas aguas del mar como estelas brillantes del cosmos.

No era un invento escenográfico del padre de Marion, no, sino una de sus grandiosas ideas, de dejar que la naturaleza nocturna sea quien elabore la mejor de las escenas, gracias a las observaciones y cálculos ingeniosos de expertos en la materia astronómica se pudo lograr el cometido.

En tan magistral plató reapareció Sora quien había dejado a un lado su atuendo sencillo de seda azul transparente desflecado y con algunos cristales puntiagudos colgando del arnés de su falda para lucir un precioso conjunto que constaba de dos piezas: un sostén elaborado con seda transparente que lo cubrían de manera aleatoria diminutos hilos de fibra óptica entrelazados de formas circulares en color plata brillante; en la parte inferior llevaba unas bragas a juego, de sus antebrazos denotaban dos brazaletes de diamantes que formaban una capa de seda transparente con Swarovski incrustados que simulaban una hermosa constelación de estrellas. El tocado impecable con la tiara de picos helados que se pudo observar en cada valla publicitaria del espectáculo y en sus tobillos brillaban otro par de brazaletes a juego con los del antebrazo. Estaba de pie sobre un pico y sobre el otro la esperaba el joven Leon.

El suspenso entre ambos era tan intenso que hasta sus compañeros de reparto comenzaban a dejarse influenciar por el nerviosismo que reinaba en el ambiente.

Sora ejecutó unos gestos dramáticos desde su punto que el público interpretó por deseo y tomando impulso, se lanzó al trapecio y de este-luego de adquirir la fuerza requerida-se precipitó al aire dejándolo por completo atrás y de ese modo tan espectacular, tan sorprendente, increíble y delicado revoloteó por los aires como un ave ligera como si en verdad tuviese alas para lograrlo.

El público que presenció tan descomunal acto quedó absorto y hasta el mismo elenco junto a la señorita Layla y el propio Kalos quienes quedaron boquiabiertos.

—Vaya...simplemente...es grandioso Sora—murmuró Layla perpleja.

Sora realizó algunas acrobacias mientras se encontraba esplendida en los aires para luego aterrizar al otro extremo, ser acariciada por su compañero y ser lanzada por el mismo mientras ambos danzaban en la nada cubiertos por hermosos copos de nieve que llovían sobre sus cuerpos.

Tomados de la mano y con un elegante giro volvieron a sostener uno de los trapecios para detenerse allí y concluir la obra con un artístico gesto de sus cuerpos entrelazados. El tintineo de la música le dio un toque mágico al final y tras ello llovieron los aplausos y los vitoreos de un público satisfecho y cautivado con una de las obras que verdaderamente impactó en cada uno de los corazones que la presenció y vivió la fascinante experiencia , hasta la señorita Layla, el señor Kalos y el equipo de producción aplaudían sin cesar.

El staff agradeció las ovaciones con una cálida reverencia tomados de la mano y Sora, quien estaba llena de regocijo en su corazón agradeció una y mil veces el diluvio de aplausos que sobre ella llovía y que tanto la hacían sentir una verdadera estrella Kaleido. 

Kaleido Star: Nothing is impossibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora