Capitulo Veintiuno

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- ¿Cómo están?

- Ya mejor. - Hablé con un poco de miedo y enojo a la vez.

- Bien señor, gracias - Respondió Ari que estaba a mi lado.

Tenía sentimientos encontrados.

- Me alegra que no te haya pasado nada malo.

- ¿En serio? - Hice notar mi sarcasmo.

- Claro, eres mi hija.

- Para amenazarme no lo soy. - Hablé entre dientes.

- ¿Perdón? - Musitó mi padre.

- No, nada. Que... ¿Cómo te enteraste?

- He llamado a tu celular, y como no contestabas llamé a tu madre, me lo dijo y vine para acá. Me  preocupé.

- Mmmh. - Apreté mis puños haciéndome daño con mis propias uñas, no iba aguantar decirle algunas cosas. - Ari ¿Podrías dejarme un momento a solas con... - Dudé. - Con mi padre?

- Claro. - Ari por suerte solo me dio un apretón de manos y salió. - Con su permiso. - Musitó cuando paso al lado de mi padre y este solo asintió.

- ¡Que sínico eh Luis! - Casi grité cuando salió Ari.

- ¿A qué te refieres? y por cierto - Acomodó su corbata. - Soy tu padre.

- ¡Por favor! ¿Cómo te atreves a recordarme eso cuando haces todo lo que haces?

- Yo no hago nada que no sea tu bien.

- ¿Y que de bueno tiene taparle los negocios turbios a Efraín?

- Es mi hermano, y a la familia se le es leal.

- Pues has vivido engañado toda tu vida. Se le es leal a alguien cuando se quiere y se confía en esa persona; independientemente que sea un familiar o no. Pero eso no quiere decir que por el querer y el confiar se tienen que tapar las cosas ilegales que se cometan. Y si tú piensas que se tiene que ser leal a la familia ¿Donde quedo yo? ¿Acaso no soy tu hija?

- Mira Amanda - Se acercó más a mi camilla. - Te estás pasando de rosa ¿Vale? Y si sigues así no me va importar herirte donde más te duele.

- No puedo creer que seas mi padre.

- Pues créelo. Mira que estoy muy enojado, así que ándate con cuidado.

- ¿Enojado? ¡¡Vaya!! Hace diez años cuando te dije que había roto un florero de la abuela y te pregunté si estabas enojado me respondiste que nunca te enojabas.

- Las cosas han cambiado, tal y como las has cambiado todo tu. - Levanté una ceja. - Si tu. - Musitó al ver mi expresión. - Te dije que te alejaras de Ari y no lo hiciste, hoy y llegado y te encuentro nada más y nada menos besándote con él.

- ¿Sabes que, Luis? Es mejor que te regreses por donde viniste ¿Vale?

- Si, ya me voy, solo te recuerdo que a ti no te hago nada porque eres mi hija, y te quiero...

- Eso me queda bien claro. - Hice notar mi sarcasmo.

Ya me estaba asteando su presencia.

- Y te debo lealtad. - Bufé. - Pero Ari no es nada mío, y es lo que más te duele, a Ari....

- ¿A mí qué, señor? - Entró Ari seguido de mi madre, Andrea y el doctor, interrumpiendo a Luis.

- Ya... ya me estaba despidiendo. - Mi padre me miró de reojo. - Solo te dejaba saludes. ¿No es así, hija?

- Si. - Afirmé con odio.

¿Cómo podía el hacerme eso? Siempre pensé que los que estaban en mi contra eran su familia, por eso de la herencia ¿Pero él? ¿Mi padre? Esas cosas no se le hacían a una hija, se supone que a los hijos se les desea lo mejor, se busca su bienestar, pero obviamente ese no era el pensamiento de mi padre.

Quiero Todo Contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora