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Como suele suceder en estos caos, la solución llego de donde menos podía esperarla: de un cliente. Mejor dicho, de una clienta, que un día se apareció con uno de esos relojes de cuco en el que el pajarito se negaba a cantar. Y mientras Anselmo revisaba el mecanismo, dejo caer un comentario como de pasada: que su hermano andaba buscando un cuidador para la quinta de Bella Vista. Y que era urgente, porque los caseros se habían ido sin previo aviso y que alguien tenia que hacerse cargo de la casa y de los dos perrazos que allí vivían.

No habían pasado dos horas cuando Fernando ya se había ofrecido como cuidador. Una semana después estaba instalado. Es decir, todo marchaba sobre ruedas.

Ya se que a estas alturas alguien se habrá impacientado y se preguntara que tiene que ver todo esto con Romeo y Julieta. Con tranquilidad: ya vamos llegando. Porque, como decía, todo marchaba sobre ruedas, a excepción de un pequeño detalle: el gato. Resulto que los dos perrazos de la quinta eran unas bestias feroces y apenas vieron al gato intentaron destrozarlo. Fernando lo rescato en dos oportunidades y analizo las opciones:

No iba a estar siempre presente para salvarlo, de modo que era mejor encontrar una nueva casa para Modesto. Porque ese era el nombre del gato.

Así es como aparece Marcelo en esta historia: es el chico que se convirtió en el nuevo dueño de Modesto. Ya se: ustedes se preguntan otra vez cual es la relación con Romeo y Julieta. Pues bien: Marcelo es Romeo. Me lo dijo Anselmo. Y el gato tiene una importancia central en la historia, tal como intuyo el periodista narigón. Solo que pregunto en el lugar equivocado.

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