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Dice que estaba intentado descubrir cual era el problema con el maldito reloj de bolsillo que le había dejado un viejo cliente cuando entraron dos adolescentes que nunca había visto. Nada llamativo, asegura, apenas dos chicos como tantos otros. El muchacho le pregunto por Fernando:

dijo que necesitaba comunicarse con el de inmediato. Imposible, explico Anselmo sin siquiera levantar los ojos del reloj, porque en la quinta de Bella Vista no había teléfono. El chico insistió con la urgencia del asunto.

-¿Y cual es la emergencia? -pregunto el relojero dignándose al fin levantar la vista.

Así supo de los problemas entre Marcelo y Molesto. De la inquietud del gato, que daba vueltas por la casa olisqueando despectivo, como si no hubiera un solo rincón decente donde echarse a dormir una siesta. De las madrugadas en vela a causa de los rasguños y quejidos. De esos momentos de zozobra, cuando el gato se le tiraba encima y lo miraba fijo, como urgiéndolo a hacer algo. Definitivamente, era necesaria la intervención de Fernando.

-Yo pienso que Molesto quiere una novia.

Eso fue lo primero que dijo ella en la relojería y recién entonces Anselmo lo dedico un poco de atención. "Linda chica", dice ahora si uno le pregunta, pero no hay forma de hacerlo entrar en detalles.

-Tal vez tu amigo tenga razón -cuenta que dijo a Marcelo. Después se limito a darles la dirección de la quinta en Bella Vista, único dato disponible de Fernando.

¿Y que mas?, preguntaran ustedes. ¿Que hay de la pasión, de ese tormentoso amor entre los adolescentes? pues nada, según Anselmo, nada que se apreciara a simple vista. Apenas dos chicos, comunes y corrientes.

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