Epílogo

33.4K 3.6K 1.4K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Taís estaba sentada mientras miraba a Carolina maquillarse y terminar de arreglarse. Se veía feliz, finalmente y luego de tantos años iban a casarse por la Iglesia. Hacía casi tres años, su tío y ella habían unido sus vidas en una ceremonia civil, sin embargo, Carolina deseó esperar a que naciera el bebé para la ceremonia religiosa y así —entre excusas y motivos—, pasaron casi tres años más. Taís se seguía preguntando por qué dejaban pasar el tiempo así, pero terminó afirmando que así eran ellos: atemporales. Quizá se debía al tiempo que habían estado alejados, quizá por eso aquellos espacios no significaban lo mismo para ellos que para el resto del mundo, ellos tenían su propio tiempo, su propio espacio, su propio ritmo.

El caso es que Carolina no pensaba casarse si Nikolaus y Berta no podían estar presentes —y entre el embarazo de Carolina, el de Lina, y un problema que tuvieron Niko y Berta por el cual no pudieron viajar por un buen tiempo—, pasaron los años.

Sin embargo ahí estaba, convertida en la mujer más hermosa y maquillándose tranquila mientras ella ya apenas podía respirar, su enorme y abultado abdomen de casi ocho meses de embarazo no la dejaba moverse demasiado. El pequeño Marcus iba a ser un niño grande —decían todos—, y ella era de constitución pequeña.

—Finalmente llegó el día —murmuró y Carolina le sonrió, era impresionante que los años pasaran pero no para esa mujer tan jovial que no parecía tener edad. Taís anhelaba ser así alguna vez.

—Todo llega, cariño, todo llega —añadió la mujer.

Lina estaba en el pequeño parque adecuado en el interior de la casa para que los más pequeños disfrutaran de la boda a su manera. Su hija Galilea y el pequeño Samuel se llevaban solo dos semanas de diferencia y eran como hermanos mellizos de diferentes madres y padres. Galilea era muy parecida a su padre, piel morena y ojos café; y Samuel era la copia fiel de Carolina, su pelo era tan rubio que al sol parecía transparente, pero sus ojos eran oscuros como los de Rafael, todo lo contrario a Frieda, que tenía el pelo oscuro y los ojos verdes.

Berta y Nikolaus arreglaban el traje del pequeño Adler, que junto con Frieda llevarían los anillos. Le arreglaban el moño y le repetían una y otra vez que se veía guapísimo. Berta había quedado embarazada una vez más luego de él pero por desgracia había perdido al bebé, así que Adler era su vida entera.

El lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia era la casa de campo de Carolina. Hacía muchos años la habían adecuado para pasar allí las vacaciones. Frieda estaba en el parque de diversiones que se hallaba al costado de la mansión, allí ella tenía su propio columpio, tobogán y una especie de cúpula de barrotes de hierro de la cual adoraba colgarse por las rodillas quedando de cabeza. De hecho así estaba en ese mismo instante. Con el pelo lacio cayendo hacia el suelo y su corona de flores blancas a punto de desprenderse, su vestido largo y con vuelo de princesa caía cubriendo todo su torso y cabeza. Ella reía divertida mientras se balanceaba sostenida solo por sus piernas.

Lo que tengo para ti © (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora