"Si quieres saber donde esta Dios, pregúntale a un borracho." Charles Bukowski
El niñato ese se drogaba...¿Quien iría a pensar tal cosa? El mundo era una caja llena de sorpresas... El niño mientras tanto chillaba como un loco e intentaba reconstruir el caramelo uniendo los pedazos. Después de un rato, al darse cuenta de que su esfuerzo no tenía sentido, se sacó del bolsillo una varita. Una varita mágica. Iba a tener un duelo contra un niño. Entonces agitó su palito y me encontré levitando en la habitación. También empecé a arrepentirme de haberle quitado la droga. La curiosidad mató al gato y también, al parecer, al diablo.
- ¿¡Sabes cuanto tiempo me ha costado conseguir ese caramelo?!
- Creo que mucho, porque sino no estarías tan enfadado
- Exactamente- respondió enfurecido- Era el último ejemplar de la droga Lilyam y lo has destruido-
- ¿Se supone que me tengo que sentir culpable?-
- No, se supone que tienes que estar temblando de miedo ante mí- aclaró, fulminándome con la mirada.
Sabía que tener enfadado a un niño brujo era peligroso...muy peligroso. Pero es que... aunque fuera consciente del peligro...era imposible tenerle miedo. Le examiné mejor: efectivamente era un niño regordete, pelirrojo y con unos ojos color ámbar. Parecía el enanito gruñón de Blancanieves... ¿Cómo diablos iba a tenerle miedo? Su aspecto era de lo más...cómico. Sin quererlo me entró la risa. Era demasiado gracioso... y me dolía la tripa de intentar no estallar en carcajadas...
-"Si nos mata, que sepas que te atormentaré el resto de tu eternidad en el más allá"
- Tendrás que disfrutar de mi compañía, entonces- le contesté
El niño agitó enfurecido su varita mágica y me precipité hacia la terraza. Una vez que estuve levitando en el borde del abismo de veinte metros, apuntó su trozo de madera hacia mí.
-¿Unas últimas palabras?
- Eres extremadamente lerdo-
Después de eso dejé de levitar y me precipité al vacio. Era extremadamente lerdo porque cualquier mago debería saber que los demonios pueden volar. Me iba a aprovechar de ese despiste. Pero como los gritos de la muerte eran música para mis oídos, decidí frenar mi caída justo a tiempo para evitar que me estrellase. Una vez que estuve en el suelo la muerte me sorprendió de nuevo:
- "Demuéstrale a ese niñato de pacotilla cuanto vales"
- Lo haría aunque no me lo pidieses
De una zancada me impulsé y gracias a la ayuda de mis alas negras temporales, me dirigí hacia la terraza.
El niño me miró boquiabierto.
- Ya te dije que eras extremadamente lerdo
- ¿ Eres...eres...un demonio?
- Claro, ¿Ahora te das cuenta?
- ¿Pero uno de verdad?
- Exacto
-¿ Y eres malo?- sus ojos brillaban con admiración y una sonrisa tonta empezó a formarse en sus labios.
- Sí, sí- le respondí- ¡ Soy todo un "malote"!. después estallé en unas carcajadas malvadas. Los ojos del niño se iluminaron aún más
- ¿Me...me....firmas un autógrafo?- me preguntó tendiéndome una hoja de papel guardada en su bolsillo.
- Claro- contesté extrañado
"Qué niño más raro...¿Tendrá trastorno bipolar?"
- Quién sabe...- susurré
Firmé en la hoja de papel desinteresadamente. Entonces sus ojos se iluminaron perversamente. Uy, uy. A saber que estaba pasando por su mente. Una sensación de inquietud se adueñó rápidamente de mí.
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Enamorado de la muerte
HumorLa muerte es una mujer. OBRA REGISTRADA EN SAFECREATIVE TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS