"Ningún dolor significa el fin del sentimiento; cada una de nuestras alegrías es un trato con el demonio.” Charles Bukowsy
Otra vez de vuelta a mi vida aburrida como humano. En serio, la fachada era insoportable. Si todos esos humanos arrogantes fueran tan listos como para suicidarse como la señora del otro día, os aseguro que este mundo sería mucho mejor. Me pasaba las clases de la universidad en la luna. Lo más extraño es que mi apariencia humana atraía a muchas mujeres. Me acostaba con alguna de vez en cuando, pero prácticamente tenía que quitármelas de encima. Mi nombre humano era Marc Clearwater. El nombre Marc era derivado de mi nombre demoniaco Marcus. En cuanto a mi apellido...como mis ojos azul claro. Nunca he tenido demasiada imaginación. Como siempre Natalia se sentó a mi lado. Era una humana bastante atractiva, de pelo negro y ojos castaños, por no hablar de que tenía unas curvas de sobresaliente, pero sinceramente, a mí no me llamaba nada la atención. Era como un irritante chicle pegado a la suela de tu zapato del que no te puedes deshacer. Parecía que cuanto más intentaba alejarme de ella, más se ponía pesada. Maldita humana. Si supiera quien soy, no haría tal cosa.
Cuando por fin sonó la campana entró el profesor en clase, un hombre bajito y bigotudo. Natalia tuvo que dejar de hablarme, aunque de todas formas, ya había activado mi modo desconexión y no la había escuchado lo más mínimo. Suerte que mi sitio estaba al lado de la ventana. Tenía una hermosa vista de un cielo encapotado. Pensaba en la muerte, en su larga cabellera dorada y en sus ojos azules color zafiro. También pensaba en que haría ahora, ya que sus cinco compañeros habían muerto. Recuerdo que las últimas elecciones fueron hace cien años, aunque para entonces era aún joven y apenas recordaba nada. De los 100 000 000 000 demonios que se presentaron, solo eligieron a cinco. ¿Cómo funcionaba? Ni idea. Pero había demonios que habían muerto durante la prueba. Ese era un riesgo que debía asumir. A pesar de todo, no podía dejar de pensar en ella. Pero...¿Cómo? Los demonios no se enamoran, eso nunca. El amor era un derecho reservado únicamente a los humanos.
De repente la puerta se abre y una manada de policías invaden la sala. Llevaban una máscara y un traje antibalas.Todos los alumnos se quedaron boquiabiertos. De no ser porque mi instinto demoniaco me gritaba que corriese, me habría tronchado de risa en sus caras. "¿Está aquí Marc Clearwater?" preguntaron. Todos mis compañeros se giraron para mirarme con recelo. Discreción aparte...Entonces uno de los policías se quitó la máscara que le tapaba la cara, desvelando unos ojos tan azules como los míos. Uno de sus ojos azules tenía una cicatriz .El pánico empezó a crecer dentro de mí y una tormenta de recuerdos me vino a la mente. Traidor de mierda. Rápidamente, el pánico fue remplazado por un odio inmenso que llevaba acumulando desde hace tres años.
- Cuanto tiempo Marcus- me dijo- casi parece una broma del destino-
- Solo alguien tan cobarde como tú podría decir que el destino existe- le respondí- El destino baraja las cartas, pero somos nosotros los que decidimos qué hacer con ellas. Tú al parecer, sigues sin saber qué hacer con tu vida. ¿Tan bajo has caído como para unirte a la policía angélica siendo uno de los nuestros?
- Cierra la puta boca, tú no sabes nada- Su cara empezaba a mostrar los primeros síntomas de otra rabieta suya. Pero no iba a parar, claro que no.
- ¿Qué no sé nada dices?- le sonreí- Sé mas de ti que tú mismo,cobarde
- Ya está bien. Cállate de una vez maldito cabrón malnacido- Parecía un volcán a punto de explotar.
- ¿Perdiendo los nervios otra vez Jack? Ah... y te recuerdo que nací antes que tú. Mi hermano perdió finalmente los nervios y una bola de fuego se estrelló a mi lado. Los humanos soltaron unos chillidos de terror y se fueron precipitadamente de la sala. Incluso el profesor huyó despavorido.
- ¿Vas a matar a tu propio hermano Jack? Mamá no estaría nada orgullosa...
- Mamá está muerta- entonces se rió. Se rió de mí, de nuestra familia. ¿¡Como se atrevía?!
- Claro,¿Cómo no iba a estarlo? Tú la mataste, después de todo.
- Dime algo que no sepa- me respondió con otra de sus sonrisas insoportables enseñando sus colmillos. No pude aguantarlo más y me abalancé contra él con toda mi ira. Lo golpeé, una y otra vez. Pero él se seguía riendo. Para cuando los demás policías consiguieron sujetarme y aprisionarme entre sus brazos, ya le había dejado la cara llena de sangre. Pero él se seguía riendo. El hombre que jodió mi vida se seguía riendo. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.
- ¿Sabes cómo te encontré?- me preguntó- No, claro que no lo sabes. De todas formas no te lo voy a decir. ¿Sabes que...hay una profecía?- me quedé callado esperando a que prosiguiese. Ya se las estaba dando de listillo conmigo. Cabrón.
- La profecía dice que uno de nosotros dos conseguirá ser el sexto mandamiento- añadió.
- ¿Sexto? pregunté yo
- Sí, sexto. Seis demonios serán elegidos- respondió- el sexto será el más poderoso. El que gobernará el mundo. Y, siento decirte hermanito, que seré yo. Tú me observaras desde el más allá mientras lo consigo. No te parecería muy injusto, que después de todas las molestias que me he tomado para eliminar a los cinco mandamientos, no saliese elegido en las elecciones?-
- Así que tú te cargaste a los cinco...- resumí yo intentando ocultar el odio tan inmenso que crecía por momentos.
- Exacto
- Ya veo, y ahora quieres matarme a mí para que no me interponga en tu camino
- Te mereces un sobresaliente
- Y dime, antes de que muera..¿Como conseguiste cargártelos con fuego?-
- Tener a la policía angélica de tu lado, tiene sus ventajas-
-Te felicito hermanito, has agotado la poca dignidad que te quedaba- le contesté con ironía.
- Adiós Marcus- me dijo sacando la pistola del bolsillo de su chaqueta- Ha sido un placer conocerte.
- Yo no diría lo mismo, pero hazlo rápido.
- Tus deseos son ordenes para mí- añadió con su insoportable sonrisa- Hasta nunca.
Entonces, apretó el gatillo. El disparo se oyó por toda la sala. Antes de que me diese cuenta, me sumí en la más absoluta obscuridad.
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Enamorado de la muerte
HumorLa muerte es una mujer. OBRA REGISTRADA EN SAFECREATIVE TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS