En el bar.

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Le devuelvo la mirada a Khate, no importa que piense que trabajo para ella pero... ¿Delatarme?

– ¿En serio? Hacer eso no es opción. Te crees tan astuta pero, ¿No fuiste tú quien me envió a matar a un hombre? – sonreí. Estás en jaque khate.

– ¿Crees que a una mente retorcida le creerían? – me miró desafiante.

– ¿A la tuya sí? ­– espeté.

Su rostro se volvió un poco pálido. Y contestó: – He sabido ocultarlo por años.

– Bueno, no sé qué cosas hayas hecho, tampoco me importa. Aún que con una investigación tan grande como la que están haciendo no solo mi pellejo cuelga, te lo aseguro.

Khate golpeó el volante y me gritó: – ¡Sabía desde el momento que te ví que eras una especie de virus! Ahora estás poniendote en peligro por una gran estupidez. ¡Maldita la hora que nuestros caminos se cruzaron! – Bufó volviendo a decir con más calma: – ¿Qué piensas hacer ahora que me has involucrado?

– Me parece que te involucraste tu sola el día que me advertiste afuera de ese callejón, cuando viste por primera vez mis manos cubiertas de sangre. Pero ahora estás dentro y tu trasero está en juego, así que iremos a un bar.

– ¿Me trajiste hasta aquí para tomarnos unos tragos? ¿Hablas en serio? – Me mira con ojos entrecerrados.

– ¡No, obviamente no! Pensaba en que tal vez ahí encontremos a alguien merecedor de... – Sabía que ella podía entenderme, más allá que cualquier otra persona.

– No te negaré que siento interés de que es lo que piensas hacer, incluso si hay sangre de por medio.

Asentí clamando al cielo que todo saliera bien. ¿Irónico no? Corrompí mi alma y aún así pido al cielo por un poco de amparo. ¡Já! No sé para que sigo molestándome, Dios me abandonó hace mucho tiempo.

Khate pone el auto en marcha mientras la direcciono hasta el lugar predestinado. Al menos media hora más tarde de incomo silencio pude divisar el hotel que elegí sin embargo, nosotras no nos quedaríamos en el lugar. Le pedí a Khate si podíamos dar una vuelta por los alrededores un poco antes de ingresar. Ella no se opuso a la idea, supongo que realmente estaba interesada en que haría a continuación.

Observé detenidamente calles, avenidas y posibles lotes baldíos. También otros hoteles y bares. Me pareció una buena idea después de rondar un rato detenernos en una cantina. Tenía el aspecto perfecto que buscaba, muchos hombres ebrios fuera y realmente lleno por dentro, podríamos entrar y salir sin ser notadas más que por los tipos tirados en las aceras.

– Deberíamos bajarnos.– le dije a Khate sin levantar la vista de la entrada.

– ¿Iremos a ese lugar? – escuché un poco de disgusto en su tono.

– Descuida, entraremos y saldremos poco tiempo después. – escuché a Khate apagar el auto. – ¡Espera! ¿No piensas dejar el auto aquí, o sí?

Khate entendió mi advertencia y me pidió que me bajara para no levantar sospechas. Al bajarme del automóvil comencé a pensar que siempre había actuado impulsivamente pero esta vez estaba pensando mucho lo que haría y eso me ponía a dudar demasiado... las dudas no eran buenas. Comencé a perder la concentración, la respiración comenzaba a perdérseme. Intenté contralarme y tragar. Luego, divisé algo que me pareció increíble.

– ¿Evan? –dije con el poco aliento que lograba recuperar. La sangre me hierve de una especie de angustia y excitación. No pierdo tiempo y camino rápido detrás de él, irónicamente entra al bar– ¿Por qué? ¿Por qué? – me repito mientras camino lo más rapido y calmado que puedo. No mentiré, deseaba correr detrás de él.

Psicótica Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora