Insinuación
Me temblaban las piernas, tenía que concentrarme en caminar. Esa rubia de ojos claros, me ponía nervioso. Era fácil estar sentado y concentrarme en el humo del cigarrillo para dejar que mi mente se aclimatara a su presencia, pero tenerla caminando a un lado de mí, y tan cerca, era algo diferente. Sólo miraba al frente, temía que si llegase a mirarla mientras caminábamos tropezaría y caería aparatosamente como siempre lo hacía.
—¿En qué piensas? —rompió el silencio Eva mientras recorríamos el parque central de la ciudad. El aire frío y el viento, extendían su aroma hasta mi nariz, otro punto que me desconcentraba. No sólo porque olía muy bien, sino, porque entonces me imaginaba a aquella mujer.
Era mucha presión y yo un tonto.
—Nada en particular —contesté.
—¿Entonces no vamos para ningún lugar en particular? —preguntó ella. Su voz tenía un tenue acento que mostraba la fineza y la clase educada de persona que debía ser. Probablemente provenía de una buena familia.
—¿Te molesta en recorrer el parque?
—Es muy lindo, pero ya lo conozco, he estado aquí muchas veces —discrepó.
Las bombillas iluminaban el camino de cemento entre tanto verde. Los árboles se movían suavemente por la corriente de aire frío que nos rozaba la piel. Algunos vagabundos nos miraban —en especial a mí— con mucha curiosidad. Y los entendía. ¿Qué hacia un pelmazo como yo, caminando con una mujer como ella?
—¿A dónde quieres ir? —le pregunté intentando no tropezar con una ramita que había en el camino. Cualquier obstáculo por más pequeño que fuera, era un peligro en mi estado. Somnoliento y estúpido.
—Quizá te recibiría una buena copa de vino, en un lugar más tranquilo —dijo ella, no me acostumbraba a su hermosa voz—. Tal vez, allí podamos hablar de nuestras pasiones, y por qué no, del arte.
—¿Un lugar más tranquilo...? —tuve que tragar saliva.
—¿No conoces ninguno? —dijo Eva con una sonrisa. Ella al menos, sabía de qué hablaba. Yo de tanto: ¿De qué coño hablaba?...
Me quede en silencio contemplando las luces que iluminaban el camino. Su aroma me mortificaba, además de cautivarme.
—¿Vives solo? —preguntó conteniendo una risa. Debió pensar que soy un idiota que no sabe tratar a una mujer. Bueno, la verdad es que así es.
—No. Pero es como si viviera solo —le contesté.
—¿Por qué?
—Mis padres se la pasan en su habitación y yo en la mía.
—Suena perfecto entonces —contestó de nuevo con una risita.
No le veía la cara, no era capaz de mirarla, pero la imaginé, y no pude contener de nuevo los temblores que se prolongaban hasta mis manos.
Volví a tragar saliva. Ya habíamos llegado a la salida del parque más pronto de lo que me imaginaba.
—A veces pareciera que no sabes tratar a una mujer, o entenderla si quiera —dijo ella con seriedad.
Por fin volteé la cabeza 60 grados para mirarla. Ella contemplaba el cielo. Y estaba seria.
—¿Y quién puede entenderlas? —ella se rió.
—Tienes razón —corroboró con otra enorme sonrisa que me dedicó mirándome a los ojos—. La verdad es que pareces un seductor, pero entonces, no eres más que un chico tímido. Y es raro, porque las palabras de la otra noche, no eran para nada algo así.
Estábamos de píe al final del parque. Y yo únicamente podía pensar en dos cosas: Esa hermosa mujer a mi lado, creo yo, haciendo una especie de insinuación, y a otra mujer, que una vez conocí con el mismo aroma, que pertenecía al pasado reviviendo cada fibra de mi tristeza por su perdida.
—Digamos que hay momentos para todo —dije.
—¿Y esté momento para qué es? —preguntó con curiosidad, lo podía saber por la forma en que se encuevaban las cejas. Ahora que ya no podía dejar de mirarla.
—¿Para ir a mi casa? —dije inseguro.
—Es una buena idea —se volvió a reír dándome seguridad—. ¿Es lejos de aquí?
—No, podemos llegar caminando.
—Entonces somos vecinos —dijo ella acercándose más a mi cuerpo. Las piernas volvieron a temblarme.
—Hola vecina —dije asustado, no podía pensar con claridad.
Idiota, idiota, idiota.
Ella se rió y mostró su perfecta dentadura. ¡Carajo! ¿Dónde estaba su imperfección?... Retomamos el camino para ir a mi casa, que estaba a dos cuadras del parque. Por suerte, mi familia no era cualquier familia, y mi casa, no era cualquier casa. Eso al menos, podría impresionarla. Aunque, pensando en ella, todo lo que tenga yo, ella lo tendría mucho mejor.
—¿Y has tenido novia? —me preguntó de repente mientras caminábamos. Y de nuevo estaban esas preguntas que relacionaban mi pasado, y en las cuales, era incapaz de mentir, pero también incapaz de decir la verdad.
¡Mierda!
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La más HERMOSA de las mujeres
Short StoryErase una vez una hermosa mujer... y luego estaba yo. Porque esta historia no se trata de mi y mis problemas para entablar relaciones. Es la historia de una chica capaz de transformar todo el mundo a su alrededor. Una chica con secretos que podrían...