Entre en la habitación y te vi sentada en el fondo con tu cabello oscuro y largo, con esa piel un poco bronceada y con una cara de confusión y tristeza, no sabía que te ocurría; pero no dude en invitarte a almorzar junto a mi, durante la conversación te logre sacar un par de sonrisas, note que no decías mucho, te limitabas a reír de vez en cuando por uno de mis comentarios y a cruzar una que otra mirada conmigo, al terminar de almorzar me levante, me despedí y en tu cara apareció una sonrisa que sentí que ocultaba tristeza, salí de la habitación pensando que esa tristeza era porque me retiraría, esa fue la primera vez que te vi, ese día no pregunte tu nombre, pero no olvidaré esas pequeñas sonrisas que me regalaste esa tarde, debo confesar que para mí, sigue siendo un misterio lo que te ocurría ese día, pero me alegra poderte haber dado un rato de felicidad esa tarde que parecía muy triste para ti.