Capítulo 9

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Pero Legolas no era conocido por ser obediente y, con un movimiento repentino, atacó y golpeó al orco que tenía más cerca con una fuerte patada. El orco acababa de terminar de cerrar la celda, así que al caer hacia atrás se le cayeron las llaves, que acabaron en algún rincón oscuro. El príncipe arremetió de nuevo, derribando a varios orcos que lo sujetaban.

"¡Contenedlo, tontos!" –gritó Arulin.

Los demás orcos se lanzaron hacia Legolas a la vez y en menos de un minuto, estaba de espaldas en el suelo, jadeando y encogiéndose de dolor. Tenía los brazos inmovilizados y dos orcos estaban sentados sobre sus piernas. Arulin lo fulminó con la mirada.

"Te gusta complicarnos las cosas, ¿no? –se puso en cuclillas a su lado y enredó los dedos en el pelo de Legolas, haciendo que girara la cara hacia ella-. Voy a enseñarte una lección, principito –entonces se enderezó y gritó-: ¡Encadenadlo!"

Le ataron las muñecas con una larga cadena y la engancharon de un trozo de metal que había en el techo, de forma que Legolas se quedó colgando de sus brazos, casi sin tocar el suelo con los pies. El dolor de sus articulaciones era tremendo, pero se negó a hacer ningún sonido de angustia. Vio que su padre y su hermano lo miraban en silencio, aterrados, abrazado el uno al otro. Ya habían adivinado lo que Arulin pensaba hacer con Legolas.

Arulin se acercó y entonces lo besó de repente. Legolas intentó alejarse, pero ella lo sujetó por la nuca y lo mantuvo inmóvil. El beso fue brutal y doloroso, pues Arulin le aplastó los labios con la fuerza nacida de la necesidad y el deseo, pero el príncipe se estremeció de asco y le mordió los labios. Ella gritó y le dio una bofetada.

"Es la hora, príncipe Legolas. No olvidaré la humillación que sentí al caerme de ese caballo. Ahora es tu turno."

Legolas miró con ansiedad al orco que se acercó con un largo látigo. Arulin sonrió con malicia.

"¿Lo reconoces? No me quedé satisfecha con los latigazos que recibiste esta tarde. ¡Deberían haber sido quinientos, no cincuenta!"

Legolas se mordió el labio, nervioso, mientras Arulin se ponía detrás de él, sin parar de hablar.

"No quiero latigazos solo en tu espalda, sino en todo tu cuerpo. Quiero hacerte gritar, Legolas. ¡Igual que mi madre cuando la mataron en la hoguera! ¡Lo vi todo con mis jóvenes ojos! ¡Y nunca lo olvidaré!"

"¡Él no tiene nada que ver con la muerte de tu madre, Arulin!" –gritó Thranduil, furioso.

"¡Mi madre tampoco tenía nada que ver con la participación de mi padre en la guerra! ¡Pero la matasteis de todas formas! ¿Eso sí era justo?" –chilló.

"¡Tu madre era una bruja!"

"¿Y por eso tenía que morir delante de su hija? –Arulin respiró profundamente antes de sacudir la cabeza-. ¡No! ¡Basta de charla!"

Con la daga que tenía en la mano, Arulin empezó a rasgar la ropa de Legolas, pero él no dijo nada, sin romper el contacto visual con Thranduil y Keldarion. No os preocupéis. Puedo soportarlo, parecía decir con la mirada.

Cuando todo su cuerpo estuvo expuesto ante la mirada hambrienta de Arulin y los orcos, Legolas levantó la cabeza con dignidad y miró a Arulin a los ojos.

"Puedes hacer lo que quieras conmigo, pero nunca destruirás mi espíritu."

Arulin apretó los dientes, hirviendo de rabia y maldad.

"Ya lo veremos, príncipe" –entonces dio la señal para que el orco empezara.

El primer latigazo llegó hasta lo más profundo de su ser y le hizo recordar de inmediato el infernal dolor de los latigazos que había recibido en el patio. Ni siquiera pudo emitir ningún sonido y estaba totalmente indefenso mientras la piel que empezaba a sanar en su espalda volvía a abrirse una vez más.

"¡Basta! ¡Arulin, no le hagas esto! ¡Basta ya! –gritaba Keldarion de ira y frustración. Sujetó las barras de la puerta con una mano, mientras que con la otra se sujetaba el hombro herido-. ¡Tómame en su lugar! ¡Valar! ¡Alto!"

Pero Arulin no le hizo caso, observando el cuerpo maltratado de Legolas con una mirada enfermiza. Más latigazos, uno tras otro. Legolas pronto perdió la cuenta. Y no solo lo golpeaba en la espalda, sino en todo su cuerpo, desde la cabeza a los pies. La cadena de la que colgaba lo mantenía en posición vertical, pero no gritó ni una sola vez. No quería darle la satisfacción de oírle. Pero con cada latigazo doloroso que penetraba la piel y el músculo, sintió que su resolución se debilitaba.

Justo cuando estaba a punto de rendirse, los golpes se detuvieron. Allí se quedó como un muñeco sin vida, respirando con dificultad y casi inconsciente. Le zumbaban los oídos y la cabeza, y notaba cómo su sangre caía al suelo. Oía los gritos de ira de su hermano y los desesperados de su padre como si vinieran de muy lejos. Y entonces el mundo se oscureció.

Arulin paseó su mirada por el cuerpo de Legolas, relamiéndose con anticipación. Le levantó la cabeza sujetándolo por la barbilla y se quedó mirando su rostro pálido.

"Tan hermoso como siempre" –murmuró, besándolo otra vez.

"¡Te mataré! ¡¡¡Juro que te mataré!!!" –gritó Keldarion, indignado, con las lágrimas corriendo libremente por su rostro.

Arulin se dio la vuelta y se dirigió a ellos con altivez.

"¿En serio? No me sorprende. Inténtalo, Keldarion. Lo estaré esperando."

Y entonces se giró para irse.

"¡Espera! ¡No puedes dejarlo así!" –gritó Thranduil.

Arulin levantó las cejas.

"¿Por qué no? No he acabado con él. Disfrutad de la vista."

Y con eso salió de la habitación, con los orcos tras ella.

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A varios cientos de leguas del Bosque Negro, un jinete solitario cabalgaba hacia el bosque de Lothlórien. Su capa gris ondeaba tras él y su sombrero gris se mantenía de milagro sobre su cabeza.

"¡Más rápido, amigo!" –instó a su montura.

El caballo notó la urgencia en su voz y corrió más rápido que nunca. Tras ellos, una hermosa águila los seguía, por debajo de las nubes.

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Otra tropa de elfos se acercaba a las lindes del Bosque Negro. No eran muchos, solo alrededor de diez o quince: el señor elfo, sus dos hijos gemelos y su escolta.

"¡Y pensar que Keldarion está a punto de sentar cabeza! ¡No me lo creo!" –Elladan sacudió la cabeza, divertido.

"¡Ey, todavía me debes esa daga enjoyada!" –exigió Elrohir, recordándole la apuesta que habían hecho.

Elladan le dio la daga de mala gana, con una mueca de disgusto.

"¡Creí que esperaría a cumplir los 4000!"

"¿Con su cara bonita? ¡Imposible! –Elrohir inspeccionó la daga y sonrió en señal de triunfo-. ¿Quieres apostar cuándo será el turno de Legolas?"

"¡Oh, por el amor de los Valar, dejadlo ya! ¡Todo esto de las apuestas me va a volver loco!" –estalló Elrond. Sus hijos estaban todo el día apostando boberías. ¡Valar! ¡Hasta apostaban qué clima iba a hacer!

Los dos hermanos se volvieron hacia él un momento y entonces Elrohir le devolvió la daga a su gemelo.

"Te dije que perdería la paciencia" –comento Elladan, guardándose la daga en la cintura.

Elrond puso los ojos en blanco y suspiró.

"¿Por qué yo?"

Se suponía que llegarían al Bosque Negro en dos días, pero sus hijos no planeaban dejar que Keldarion pasara sus últimos días de soltero sin ellos, así que iban a llegar antes. El caos era lo único que se podía esperar cuando los gemelos y los príncipe estaban juntos.

Era imposible que sospecharan que su llegada anticipada sería la única oportunidad de salvación para el reino del bosque.

¡Weeee! Por fin actualización. Espero que les queden uñas... Admito que me gusta un poco mucho que torturen a Legolas XD ¿No se nota, no?

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