CAPITULO IV

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La densa niebla lo inundaba todo, era imposible ver a dónde se dirigía, sólo podía mirar hacia abajo y ver sus pies descalzos y un vestido ligero de color blanco ondeaba en su pantorrilla. Seguía caminando tanteando el terreno, la tierra se sentía húmeda al rozar sus pies desnudos, estiró sus manos y pudo sentir justo frente a ella la corteza de un árbol, se sentía helada, no parecía un árbol cualquiera, trato de aferrarse a él, pero de repente desapareció, siguió moviéndose muy despacio, hasta que algo la sobresaltó, la tierra era ahora graba y el camino había desaparecido al igual que el árbol, sólo quedaba vacío y la niebla que amenazaba con inundarla por completo.

Un pitido la sacó de su sueño, todavía entre dormida sacó su mano de las cobijas y aplastó como pudo su celular, era la alarma ¡el maldito viaje a Estepona! No quería seguir teniendo ese sueño, había sido sin duda aterrador, pero tampoco le apetecía conducir por 6 horas, torció los ojos y trato de pensar en el hidromasaje y las propiedades de las algas para poder tomar las fuerzas que necesitaba y prepararse para el viaje.

A trompicones se paró de su cama, casi tropezando con las almohadas aglomeradas en el suelo, lo primero que hizo fue ir hasta al baño, encendió el calentador en el área de la ducha y fue al lavado para echarse un poco de agua en la cara, se deshizo de su pijama, necesitaba mucha agua cayendo sobre su cuerpo o no lo lograría, aún era de madrugada, definitivamente esta no era su idea de paseo y relajación. Metió una de sus piernas en el agua que caía y así fue introduciéndose poco a poco, quería evitar su cabeza, pero sabía que si no la metía no lograría conducir. Blasfemó un poco en contra de Edna, a veces era fácil odiar a sus amigas.

Finalmente envuelta en el albornoz salió temblando del baño, sus dientes castañeando eran lo único que se escuchaba en su apartamento, sacó una bolsa de viajes e introdujo en ella tres trajes de baño, una salida de baño, un par de faldas playeras y vestidos ligeros, también dos lentes de sol y cremas humectantes, lo demás si llegaba a necesitarlo lo conseguiría en el hotel.

Opto por ponerse un pantalón ancho de talle alto color verde, una camiseta color crema, unas sandalias de cuña y una pashamina de colores pasteles. Tomó su bolso de mano y le dejó un recado a Cecilia para que no olvidara alimentar a Fabriccio, serían pocos días, pero no le gustaba irse sin percatarse antes de que él estuviera bien atendido.

Una vez en su auto depositó su bolso en el maletero y condujo hasta la casa de Edna, tocó el timbre, fue Caroline quién le abrió la puerta, ambas se abrazaron y depositaron un beso en su mejilla. Caro solía llevar el cabello rizado y rojizo, pero desde hacía unos meses lo había teñido de rubio, ella había llegado de Londres desde hacía aproximadamente 5 años, la había conocido a través de Edna, pero era una de esas personas a quienes llegabas a sentir afecto y simpatía, contrario de Danna que producía el efecto contrario en las personas, a veces no entendía cómo era que Edna la soportaba.

-Hola Caro ¿y Edna?- Caroline torció los ojos

-Lleva media hora terminando de arreglarse- Rebecca soltó el aire.

-¡Edna! ¡Edna! –Gritó en dirección a su habitación- No me hiciste madrugar tanto para tener que esperarte, si no sales ahora mismo te juro que me devuelvo a mi cama. -Edna salió de su cuarto con el secador en la mano.

-Vamos Becca aún no estamos completos, así que tengo tiempo.

-¿Cómo es eso de que aún no estamos completos?

-Sí, falta gente.- Y sin musitar más palabras desapareció con el secador en su mano nuevamente.

-¿De qué gente habla?- Caroline se encogió de hombros.

EL SEXTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora