CAPITULO XXVIII

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El clima estaba frío, nunca se había sentido especialmente cómoda en temporadas como esa, aunque le gustaba la ropa de invierno, ese día vestía unas medias veladas negras, unos botines del mismo color hechos de pana, un trench coat color gris con una bufanda de peluche, le parecía que era un accesorio que le daba un toque chic a todo el atuendo, para finalizar llevaba su bolso loui vuitton Monogram doublé jeunéo-alma era elaborado en cuero y tenía unas lindas tachuelas metálicas que le daban un aire rockero.

La tarde pintaba ser lluviosa, pero al menos no creía que nevara, quería pasar un rato al aire libre y qué mejor lugar que el café del círculo de bellas artes para hacerlo, no había un lugar en la ciudad donde prefiriera pasar una tarde que allí, no sabía si la terraza estuviera abierta teniendo en cuenta el clima, pero quería creer que sí.

Había quedado de reunirse con Edna allí, el lugar le gustaba más a ella que a su amiga, pero había cedido por hoy, dado que le había contado que pronto partiría a Siria. Ubicado en pleno Mogollon, "la pecera", como era conocido el café, regalaba a sus visitantes un espacio en dónde hablar de arte y literatura, sus grandes ventanales y techos altos daban la sensación de espacio, el mobiliario antiguo y su escultura femenina hacían que uno se trasladara a otras épocas.

Cuando llegó advirtió que la terraza no estaba abierta, algo que lamentó, sin embargo el ambiente del lugar era perfecto en cualquiera de sus espacios. Le telefoneo a Edna para ver en dónde se encontraba, ésta atendió de inmediato y le dijo que estaba por llegar, se ubicó en una mesa al lado de los ventanales, aunque no pudiera estar al aire libre, quería al menos tener vista a la calle de Alcalá.

Edna tardó unos quince minutos en llegar, siempre era así, nunca podía ser puntual, de todas sus amigas la única que respetaba los horarios era Marianne, el resto eran sumamente incumplidas. Rebecca estaba irritada, pero no le hizo una escena porque venía acompañada de Danna y conociéndola pensaría que estaba molesta sólo porque Edna la había invitado.

-¿Ya pediste?-preguntó Edna.

-No, te estaba esperando.

-Ok ¿qué se nos antoja hoy? ¿Ya almorzaste?

-Comí algo, yo pediré algo ligero.

-Yo no he comido-Dijo finalmente Danna.

El mesero recibió sus pedidos, Edna se había sentado en medio de las dos, lo veía como un puente de comunicación, Danna y ella habían compartido un momento de identificación, pero eso no las convertía en mejores amigas, sólo en conocidas con desgracias en común, de manera que se limitaban a ser cordiales, algo que había mejorado desde su noche de copas.

Hablaron de temas banales, sobre todo de Edna, no era la tarde que había imaginado, pero qué más daba Edna solía invitar a personas aunque no estuvieras demasiado de acuerdo con el hecho, tendía a pensar que entre más, mejor, esa era otra de las cosas que Marianne jamás hacía, preferían estar siempre las dos a solas, únicamente en casos eventuales invitaba a otras personas, cuando había gente alrededor no se sentía libres de ser quienes eran, finalmente ellas dos ya no fingían condescendencia, se conocían desde hacía tanto tiempo que lo único que quedaba entre ambas era la realidad de ser las personas que eran: nada agradables, más bien déspotas, pero finalmente ellas mismas. Al contrario Edna derrochaba carisma y sensibilidad por lo humano y al mismo tiempo a veces era tan cuadriculada que veía cualquier situación como demasiado sencilla.

Justo en ese momento Edna interrumpió sus pensamientos.

-No vayan a voltear, pero acaban de entrar un par de personajes y se dirigen hacia acá.

EL SEXTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora