pequeñas historias sacados de mi cabeza, si quieres ven y sufre con los #imagina de los personajes (aka luke & michael).
se recomiendo discreción del espectador.
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El Dios descansaba en su reposadera de oro puro, con una toga descansando en su delgado y fornido cuerpo, pulseras de cuero y minerales traídos como regalos de los mortales estaban en sus muñecas, una corona de hierbas estaba en su cabellera rubia y sus labios en una línea sin expresión. Sus ojos azules se paseaban por la habitación abierta, mientras sus sirvientas delicadamente con hojas le daban un poco de ventilación, sin percatarse de los incesantes suspiros que sacaban ellas por él.
-Suficiente – replicó – tráiganme un poco de agua, por favor –
Las muchachas obedecieron rápidamente al mandato y salieron rápidamente de allí en busca del agua para el greco. La puerta fue abierta por el mensajero, con sus alas volando con rapidez y ordenando las cartas que tenía en su pequeño bolso:- Hey.
El rubio dejó de masajearse las cienes y se levantó para saludar a su amigo rizado – Ashton, calma un poco.
-Lo siento, pero no sé qué le pasa ahora al universo que todos están enamorados – suspira cansado el rubio ceniza – pero no importa, oh, y un... - saca una carta de su bolso y lee rápido el nombre – un Michael te manda esta carta – sonríe pícaro – ¿qué cosa no me ha contado, Lucas?
Rueda los ojos y extiende la mano – Después te explico que pasa Ash, ahora entrégame la carta.
-Calma tigre, pero cuando tenga el día libre me lo explicas – le palmea el hombro juguetonamente – nos vemos hasta la próxima luna.
Y el rizado se va por la misma puerta la cual entró, mientras Luke miraba con una sonrisa ladeada en tener otra carta de él. Su historia era rara. Luke en una de sus noches de insomnio y dejando una pregunta en el aire "¿qué es el amor?" se preguntaba. Sus hermanos tenían esposas, amantes, familias grandes, pero él, en las reuniones de su madre Afrodita era un marginado del romance, nunca se sintió atraído por ninguna mujer u hombre que le presentaban, y aunque creyó que simplemente "no encontraba la pareja ideal" eso cambió.
Un día, bajó para ir al reino de los mortales, y por varios incidentes de la naturaleza, tropezó con aquel muchacho de ojos verdes grisáceos. Luke quedó enamorado en simples palabras al ver la belleza de ese hombre, con cualidades que en ninguna mujer u hombre se pudo haber fijado, y durante un largo tiempo, cuando la luna iba a hacer su labor, él pasaba tiempo con Michael. El ojiverde aparte de una hermosa belleza física, también lo tenía dentro de su ser, con un gran corazón y blando.
Ahora, Michael le pedía ir al reino de los cielos, al reino de los dioses, el hogar del rubio.
Era complicado, ningún mortal, a no ser que debía ser castigado o regalando una ofrenda por uno de los anteriores mencionados, podía ir a aquel lugar, era un riesgo que iba correr, todo por amor, era un dicho popular de su madre.
-Joven, aquí le traemos su agua – una de las sirvientas, en una copa grande de oro le extiende el líquido al ojiazul.
...
La luna estaba en un punto alto del cielo, era irónico, él vivía en el cielo. Al ver que los ángeles descansaban a pie suelto sobre los mármoles de cuarzo, corriendo rápidamente por las grandes escaleras del olimpo. Más se acercaba al primer escalón, podía ver que la figura de su amado reposaba en las escaleras.
-¡Mike! – gritó Luke, captando la atención inmediata del ojiverde.
- ¡Luke! – una sonrisa invadió la cara pálida del hombre, mientras se levantaba e iba en busca del Dios rubio. Se fundieron en un abrazo, escuchando los palpitantes latidos de ambos, el amor que se podían tener era único. Era mejor que la historia de Hércules.
Con la fuerza que poseía el Dios, apenas Michael se separó unos centímetros de él, lo tomó de las pantorrillas y la cintura, en parpadear, ya estaban en la cima del mundo, literalmente.
Mike repartía algunos besos en la mandíbula, provocando al rubio. Los labios del chico eran suaves, regordetes, encajaban a la perfección con los de Luke, eran uno de los mejores dulces que pudo haber probado él.
Llegaron a la habitación del rubio, y en la cama de seda, Luke devoraba a su gusto la boca del ojiverde, mordiendo sus labios con antojo.
El ojiazul, subiéndose a horcadas del cuerpo ajeno, recorriendo con sus manos la contextura del mayor, dejándose cautivar por la suavidad de esta. Con sus pupilas recorría las facciones angelicales del mayor, su blanquecina piel, la naturaleza que se encerraba en sus iris, la redonda nariz que le daba un aspecto de niño, su risa... ¿su risa?
Su vista fue a sus propios labios, que contenían una morada uva, la cual tragó de una. Michael seguía riendo por el despiste del rubio. Luke rodó los ojos divertido y se acostó al lado del ojiverde grisáceo con una sonrisa.
El hombre pálido se sentó y agarró el jarrón de uvas que había al lado de la cama en una mesita de noche improvisada, girándose a mirar al rubio que con sus brazos trabajados detrás de su espalda, descansaba dando ronquidos obviamente fingidos. Sacó un pequeño racimo del recipiente y lo acercó a los labios rosados de su amante, lo cual este aceptó con gusto.
-Aquí tiene, su majestad – susurró Michael, mirando concentrado la belleza divina de aquel ser, suspiró derrotado
Dije que no iba a caer de nuevo de amor, pero aquí estoy – pensó el ojiverde, sintiendo su pecho inflarse con fuerza. Al ver que el racimo no tenía las pequeñas frutas, y el Dios con los labios extendidos, se acercó a velocidad de rayo para atacarlos a su gusto. Esperando que aquella escena quedara congelada por siglos de los siglos.
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