Jane

40 6 0
                                    



Jane

Ohhhh bongo, bongo, bongo, I don't wanna leave the congo, oh no, no, no, no —Cante a todo pulmón mientras caminábamos por las calles de Paris

La ciudad estaba hermosa, el sol brillando en lo alto del cielo exponiendo todo su esplendor. Incluso con el calor del mediodía se sentía muy bien.

—No sé por qué demonios andas tan contento Abe —Dijo Alexis a mi derecha—, Es una suerte que el Sr. L. se pusiera de nuestro lado...

—Te saldrán arrugas de preocupación —Dije llevándome un cigarrillo a la boca—, Además no se dieron cuenta de Aristóbulo tampoco.

Con eso mi mono amigo alzo el dedo pulgar desde mi hombro.

—Como quieras —dijo—, pero no siempre tendrás tanta suerte como ayer...

—Arrugas...— tararee al aire

—Estrecho ligeramente su mirada y agrego: —Nos vemos Abe, iré a Le Manson Poland con Agustino y los demás, nos vemos en casa.

—Si, si lo que sea —dije besando su mejilla, Aristóbulo se despidió con un movimiento de la mano y la vi alejarse calle abajo.

"Bien ¿y ahora qué?" me pregunte mientras recorría la avenida, y ahora que reflexionaba había salido del departamento solo por inercia y ahora me encontraba vagando y sin rumbo por las calles de París.

"Al-Dia-blo" pensé mientras tarareaba "Mon no plus" de Serge Gainsbourg a mis anchas. Me hacia tanta gracia ver a las personas a mi alrededor consternarse cuando cantaba la parte erótica que me animo a llevarme, para variar, un cigarrillo a la boca.

"¿Dónde estaría mi Jane Birkin?" Me pregunte...

La soledad podía tornarse una dictadora despiadada si no la sabias domar, y en espíritu masoquista: Alexis y yo nos habíamos, o mejor dicho: fuimos forzados a abrazar a ese adefesio tormentoso que se llamaba soledad sentimental.

Distraído en mis pensamientos me quede contemplando una vidriera de antigüedades." Quizás me lo merecía por dejar a la Brittanny entendiendo ochos en Venezuela".

Comencé a carcajear con ganas. "Si el infierno existía, definitivamente me iba a quemar en el" pensé, pero en mi defensa alegaba firmemente que era uno de los puntos en mi bucket list, así que no me arrepentía de nada. Muchas gracias.

De pronto un objeto inigualable llamo mi atención de la vidriera. Entre en la tienda de antigüedades sin reparo y sonreí cuando el olor a vejez y libros desgastados me golpeo la nariz. Simplemente me encantaba.

Entonces me aproxime al brillo que había llamado mi atención: Una máquina de escribir "Corona" del cuarenta y cinco. Mi boca se abrió instantáneamente ante tal maravilla.

—No me lo puedo creer —susurre

—¿Increíble verdad? —Dijo una voz a mi izquierda—, disculpa pero no se permiten mascotas aquí...

Me volví para comprobar quien me hablaba y decirle que la compraría, cuando por segunda vez en el día mi boca se abrió. En resumidas cuentas: Dios muy probablemente podría existir.

—¿Hola? —Dijo ella. Y ella era la cosa más bella que podría haber imaginado. Jane Birkin había reencarnado en semejante criatura. Melena mediana castaña y rojiza caía como cascada de oro, tez clara y pecosa, sus ojos almendrados eran azules y me miraban llenos de curiosidad. Era delgada y menudita, se podría decir que hasta un poco desaliñada pero sus labios carnosos entreabiertos me dieron ganas de tomarla en mis brazos y salir corriendo.

Frene mis impulsos y balbuceé algo al aire.

—Eres curioso —Dijo ella con su perfecto francés—, soy Jane.

Lo siguiente no lo describiré por el horario supervisado, peeeeeeeeeeeeero: tiene relación con la comida favorita de Aristóbulo y la excitación masculina. Retrocediendo busque la manera de evitar que lo notara. Comencé a sudar.

—¿Te encuentras bien? —dijo acercándose a mí.

Joder como si mi buena suerte le diera por echarse una siesta en el peor momento, pensé. Acababa de conocer a un ángel reencarnado en persona y la iba a poner por culpa de mis impulsos masculinos. ¡Cdlm!

Retrocediendo dos pasos más comprobé que lo que había tenido de buena suerte había decidido tomar unas vacaciones a las Bahamas para no regresar, en el siguiente paso hacia atrás tropecé un jarrón chino carísimo y para cuando me volví para intentar atraparlo el jarrón estallo en miles de pedazos.

Bueno, al menos la excitación ya no era un problema mayor.

Cuando me volví a comprobar a Jane su mirada curiosa se había tornado en puro y simple odio.

—Mi jefe me va a matar —Dijo de forma sombría

Y para más seña la voz del jefe de Jane resonó de la trastienda, llamando:

—Jane, Jane... —Decía—, ¿Jane que sucede?

La voz se estaba acercando e intentando pensar rápido me petrifique en el suelo. Aristóbulo por su parte corrió detrás de un montón de artefactos, como si supiera que lo siguiente no sería agradable.

—Tienes que irte de aquí —Dijo ella ayudándome a levantarme del suelo

—¿Estás loca? Te meterás en tremendo problema —Refute

—Eso no importa, el tipo es un pervertido, —dijo—, de lo contrario pasaras años para pagar esa cosa a mi me perdonara con una agarrada de nalgas

—Eso más que aliviarme me enfureció, el solo imaginarme a un cerdo ponerle las manos encima hizo que de mi garganta se escapara un gruñido atronador—Al demonio me quedare.

Jane frunció el ceño e hizo esfuerzos por empujarme fuera de la tienda, pero me mantuve hasta que "el jefe" salió por la pequeña puerta.

—¿Qué demonios está sucediendo aquí?—Dijo el regordete anciano que salió de la trastienda, "Hablando de cerdos" pensé mientras lo veía aproximarse a nosotros

Y aun soportando los jalones de mi Jane, la cobije detrás de mi espalda y aborde al cerdo-humano.

—Soy Abraham Moriatti y destruí su jodido jarrón.

Y mientras el ceño del jefe se fruncía a más no poder pude imaginarme la boca de Jane abrirse ampliamente y se me escapo una media sonrisa al aire, que al final marcaba, mi victoria ante la jodida suerte.

La Vida BohemiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora