Capítulo 5: A través de la glorieta

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Al despertar vio de un modo confuso y borroso que un suave rayo de sol se colaba entre las ramas de un frondoso y antiquísimo árbol. La imagen de su padre acudió desde el fondo de sus recuerdos para herirlo como una flecha envenenada. Se incorporó de un salto sobre el césped, que se extendía como una magnífica alfombra verde a su alrededor, y lo llamó a gritos.

Corrió por el parque, casi ciego por la luz, sin saber dónde estaba. "¡Papá!", gritaba bamboleando su cuerpo de un lado a otro. "¡¿Dónde estás, papá?!"

Los transeúntes que pasaban a su lado lo contemplaban extrañados y conmovidos (aunque no faltaron los que le lanzaron miradas de recelo y desprecio). Sin embargo, Teo no los veía. Iba caminando por la acera de sus propios pensamientos, ensimismado en la angustia y el terror. "¡¡PAPÁ!!"

Con las manos extendidas, se desplomó sobre el tronco de un lapacho. Poco a poco los recuerdos iban cayendo en su lugar: estaban en el desván cuando llegaron esos hombres. Su padre bajó para defenderlos. Él, desobedeciendo sus órdenes, se aproximó al rellano para ver lo que ocurría y, entonces, uno de ellos...

El peso de la realidad lo aplastó hasta dejarlo sin aire. Su padre se había ido para siempre. Los había abandonado. Jamás en toda su vida había considerado la posibilidad de sentir tanto dolor. Se postró junto a su cuerpo y lo abrazó. Estaba inerte y empapado por su propia sangre. Era todo lo que recordaba. Después, todo se había vuelto negro. No sabía cómo había llegado ahí. No sabía qué había pasado con los canallas que lo asesinaron a sangre fría. Cómo es que él mismo había salido con vida de ese lugar.

De manera instintiva, miró rápidamente a sus costados y por primera vez, desde que había recobrado la conciencia, se dio cuenta de que estaba solo. ¡Steffi! ¡Su hermana y Noel habían quedado encerrados en el desván! ¿Los habrían hallado? Y si era así, ¿qué habían hecho con ellos?

Dio un salto y corrió sin dirección. Se dio cuenta que era inútil, puesto que no sabía dónde estaba, pero de todos modos debía correr hacia esa casa para salvar a su hermana.

Había mucha gente y muchos árboles por todas partes. La vista del Planetario "Galileo Galilei" le señaló que estaba de vuelta en Palermo. Fue hermoso verlo: un pequeño rayo de luz en esa inmensa oscuridad que se abatía sobre él.

Sobre su cabeza oyó un maullido. Cuando alzó la mirada, sobre una de las ramas, lo vio a él: ¡inconfundible con su parche de pelo negro en el ojo izquierdo y su cuerpo blanco como la nieve!

¡Noel!

Trepó al tronco y lo estrechó entre sus brazos. El gatito le lamió la cara, contento de verlo otra vez. Teo reparó en que reconocía ese árbol: ¡era el mismo debajo del cual había despertado! Y su gato estaba ahí... ¡Eso significaba que Steffi no debía hallarse lejos!

"¿Dónde está ella, Noel?", le preguntaba ingenuamente al gato, como si éste le fuera a dar una respuesta. "¿Dónde está Steffi?"

Noel lo miraba sorprendido, inclinando ligeramente la cabeza hacia uno de los lados, y volvió a lamerle la cara.

Se sentía solo y desamparado. El mundo estaba vacío para él. Miraba a su alrededor y se daba cuenta de que todo había perdido sentido. De pronto, lo arrebató un fuerte deseo de dejar de respirar, de desvanecerse, de sentir que al fin podía descansar de todo ese dolor que se agolpaba en su corazón. Sólo quería dejar de sufrir. Apagarse de a poquito y perderse por siempre.

El brillo de su risa lo arrancó de esos pensamientos. Volvió la cabeza en todas direcciones. La gente iba y venía frente a sus ojos como espectros danzantes (no más reales ni con más peso que él), pero Teo simplemente se dejaba guiar por ese sonido vibrante y lleno de vida.

Árdoras: La tierra de los revivientes [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora