La Inmortalidad

Universo Paralelo

¿Me habré salvado de mi maldición? ¿Qué más da? Al menos valdrá la pena intentarlo.
Desenvuelvo a mi asesino, lo cargo de razones y me decido a caminar junto a él hasta el lugar que ambos consideremos apropiado.
Personas pasan, personas observan. No se inmutan, ¿qué podría pasar fuera de lo normal un día en el que el sol invade el lugar más oscuro que uno de podría imaginar? Hoy es un gran día, hoy acabaré con un hombre que no quiere vivir.
Camino tranquilamente, sin ánimos de continuar con mi travesía en este cielo de los demonios llamado mundo. Un paso, dos pasos, cien metros, quinientos metros, dos kilómetros. Al cabo de no sé cuánto  trayecto, llego a ese esperado lugar ideal en el cual cometeré mi crimen sin tener un gramo de moral. Una escalera desciende y ya no me encuentro en el asfalto, ni siquiera sé dónde estoy ahora, pero sigo pensando que es un lugar etéreo. La nada. Tomo a mi asesino con sorpresa y apunto su cura hacia mi rostro, más específicamente, la parte derecha de mi cráneo. Pienso unos últimos momentos en la locura que he vivido -si es que a esto se le puede llamar vivir-. Familia, amigos, mascotas, sueños, fantasías, humanidad, todo me lo han arrancado los rayos y las tormentas como si de nada se tratara.
-La inmortalidad es un deseo que algunos quieren y a otros les carcome su  alma- fue lo último que pensé, luego, con una fuerza fuera de lo normal, apreté mi salida de esta realidad.
Un sonido ensordecedor  se escuchó y decenas de aves sacudieron sus alas para escapar de lo que habrán creído que era peligro.
Ya no estoy más, me fui, he abandonado esto como un cobarde justificado por su sufrimiento.

No. No fue así. No me puedo ir tan fácil. Fue un simple pensamiento, una hermosa historia que acabo de narrar. Algo que me gustaría. Un final que habría sucedido seguramente en algún lugar de todos los infinitos universos que hay.
Pero no, sigo atado a este mundo.
La inmortalidad no te da una vida eterna, solo te encadena a los martirios y te impide seguir con tu natural final: la muerte.