Capítulo 37 - Familia Es... II

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Danza Entre Lobos

Capítulo 37

Familia es... II

Silencio, abrumador y pesado como la noche sin luna que se cernía sobre todos. Entró a su propia casa como un ladrón, casi escondiéndose en las sombras sobre los objetos que proyectaban el fuego de la chimenea y un tímido candelabro encendido cerca del techo. Así la vió, sobre el sofá de la sala principal, cubierta por una manta que reconoció en el acto como la propiedad de Kano, el mediano estaba preocupado al otro lado de la habitación hablando con el abuelo, seguramente buscaban una alternativa para llevar a Nina ante el curandero de la zona. La joven yacía acostada, la inconsciente figura de su cuñada más que dormida en grave estado, era la recordación de sus más recientes descuidos y errores. A un lado de la durmiente, estaba su querida hermana sosteniendo la mano cuyos nudillos se miraban magullados, casi había olvidado cuántos rostros golpearon esas manos aquella tarde, cuántas sillas evadió y qué tantas otras cosas se rompieron en medio de aquellas confrontaciones que no planeó, incluso pensó que saldrían airosos teniéndole a su lado, era la persona más digna que había encontrado entre los hombres de Fukka y el único inconveniente real con Kuga, era ese... Nina Kuga no era un hombre.

Tensó la mandíbula, vió la realidad con esa horrenda mancha de escarlata y polvo en la cabeza de la joven morena, los demás no estaban muy seguros de su despertar en lo próximo de las horas. Taro apenas escuchaba el agua caer dentro de un cuenco de madera, mientras su esposa apretujaba un trapo para escurrirlo y procurar limpiar la sangre seca, antes de poner algo de alcohol, estimaba aquella mujer la necesidad de acudir por aguja e hilo para coser. Así la culpa atenazó al mayor de los rubios, si hubiera sido más precavido o prudente, ella no hubiese tenido que ponerse en medio, pero un puñetazo en la mandíbula lo envió al suelo antes de que tuviera la ocasión de culparse un poco más. Allí estuvo más consciente de todo a su alrededor, entonces elevó la vista para encontrarse con los ojos glaucos de una mujer que por muy poco contenía su ira.

-¡Tu deberías estar en su lugar!- Natsuki no pudo esconder por más tiempo su encono, poco le faltaba para repetirle el gesto a su familiar político.

-Natsuki... esa no es la manera- Dijo Shizuru posando su mano sobre el hombro de su amante, esperando que el gesto fuera suficiente para aplacar los enardecidos ánimos de la Kruger, quien se contenía por muy poco.

-Lamento que tuvieras que ver eso de mí... pero- Volvió a mirar al mayor de los hermanos. -No creas que no he visto tu desprecio por Nina, no tenías que hacer esto para decir no, después de todo la que tiene que decidir es ella ¿No es así?- Natsuki señaló a Erstin que ni siquiera les prestaba atención, ella solo tenía ojos para la muchacha aparentemente dormida. Maya había dejado de limpiar mirándoles, evidentemente enojada con la Duquesa, si no estaba de acuerdo con los actos de su marido, tampoco iba a ser partidaria de que esa mujer lo golpeara solo porque sí.

Taro bajó la mirada, aún con la quijada entumecida. -Ella me demostró hoy que puede proteger a mi hermana mucho mejor que el más entrenado de los guardias de la comandancia y esa es la verdad. Lo siento- Dichas esas inesperadas palabras, Natsuki guardó silencio como si hubiese sido desarmada por completo, a la par que Maya sonrió tenuemente. El Ho suspiró sin intención de replicar el golpe, su conciencia lo agradecía, era el castigo que buscaba su alma atormentada pues en el fondo era un hombre honorable y orgulloso, a la fecha jamás había aceptado un soborno o había omitido un delito solo por conveniencia. -Me descuidé a mí mismo, sí... yo debería estar ahí en su lugar, pues ella se puso en el mío cuando alguien me atacaba por la espalda, pero en este oficio es algo a lo que se está expuesto cada día, así que jamás debí aceptar que me acompañara en primer lugar- Negaba con la cabeza, y sólo hasta ese momento la Kruger y los demás pudieron ver los moretones que no disimulaba ya la oscuridad.

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