CAPITULO 10 (20 de agosto de 1974)

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Hamlet

"Es un idiota. ¡Idiota! pero ya no puedo evitar reírme de todo esto. El decidió actuar como si nada, como si también esa hubiese sido mi decisión. El dice ser mi amigo pero ¿Cómo puede decir eso luego de lo que ocurrió en el cuarto de mi hermana? 

Teníamos que robar un collar, el collar de su abuela. Le dije que si porque me llenó de ilusión que me hubiera hablado después de todo. Quise aferrarme a ese momento, volver a la normalidad, pero todo se salió de control. Entramos al cuarto de mi hermana y Dan se arrimó demasiado a mi. Estaba asustado, no sabíamos cuando volvería Lucie y eso lo ponía nervioso. Yo no dije nada, deje que se acercara porque no era tan fuerte como para apartarlo una vez más. Cerré la puerta tras de mi y observé la habitación con curiosidad; hace años que no entraba, y todo se veía cambiado. Más rosa, más adolescente.

- Si fueras un collar caro, ¿Donde estarías? - Dan sonrió y negó con la cabeza.

- Nunca lo lleva puesto, dice que es demasiado valioso - me contestó acercándose al tocador. Me señaló uno de los cajones y supe lo que eso significaba sin que lo dijera en voz alta; está aquí, pero yo no voy a abrirlo. Asentí, y odié estar haciendo eso otra vez, las conversaciones silenciosas que solo se entendían cuando nos mirábamos; a veces no había necesidad de que dijéramos nada. El cajón no tenía llave, cosa que me sorprendió. Lo abrí sin esfuerzo y al poco tiempo de revolver Dan me indicó cual era el collar. Se lo dí, y este lo miró entre feliz y decepcionado. 

-Bueno, este ha sido un robo de lo más aburrido- dije, sabiendo que era eso lo que el estaba pensando; ya no había razón para que siguiéramos hablando.

Tendría que haberme ido del cuarto en ese momento, pero no lo hice. Dan seguía mirando el collar, y yo lo miraba a él mientras lo hacía. El brillo del oro reflejaba puntos dorados en su rostro, y quería que levantará la vista para definir de qué color estaban sus ojos hoy. Cuando lo hizo, me arrepentí de haberlo deseado, porque ahora no podía apartar la vista.

-Verdes- susurré.

-¿Qué?- contestó Dan con un hilo de voz. Apretó el collar con fuerza, y sus manos se pusieron rojas. Abrí mi boca para decir algo, pero entonces escuchamos los pasos de alguien acercándose a la habitación. Sus ojos verdes se llenaron de pánico y se oscurecieron. Era demasiado tarde para salir, o fingir que estábamos allí por alguna razón natural y para nada sospechosa. Tenía la mente en blanco cuando Dan me tomó de la mano y me hizo entrar en el armario de Lucie. Estuve a punto de quejarme pero una vez adentro Dan cerró la puerta y tapó mi boca con ambas manos. Respiré su olor.

Al principio pude escuchar a Lucie entrar en la habitación. Estaba tarareando una canción y daba pasos decididos desde la cama a al tocador, del tocador a su biblioteca. Sabía que estaba allí, leyendo, pero mi cabeza no podía pensar en eso. Dan tampoco; me estaba mirando a los ojos, su manos aún sobre mi boca. Creí haber sido atrapado por un hechizo. En el silencio mis manos se movieron solas y terminaron sobre las de él. Lo acaricié con suavidad, temeroso, pero Dan solo respondió con un leve escalofrío. Sus ojos se suavizaron, ambos dejamos de tener miedo por unos segundos. Deslizó sus manos por mi rostro sin dejar de mirarme a los ojos. Estábamos demasiado cerca, nuestras piernas se cruzaban y su pecho chocaba contra el mio. Por un impulso bajé una mano a su cadera y lo arrimé aún más. Nuestros labios estaban muy cerca, tanto que sentí el suspiro de Dan sobre ellos.

De repente escuchamos pasos otra vez, era Lucie, que se dirigía a la puerta y la cerraba tras de sí. Me tomó unos segundos salir de aquella magia y volver a ponerme alerta. Abrí la puerta e investigué si el cuarto estaba realmente vacío. Lo estaba, y ambos salimos del cuarto a una velocidad sobre humana y nos encerramos en mi habitación. 

Ahora que podía verlo a la luz, el rostro de Dan ardía en fuego. Su pecho subía y bajaba aceleradamente, y ya no me miraba, sino que estaba concentrado una vez más en el collar. Seguro me veía igual; sentía que mi rostro (mi cuerpo entero) quemaba y el corazón latía a una velocidad que me preocupaba.  Dan no decía nada, sentí que tenía que romper esa tensión. 

-Yo...

-Gracias, Hamlet- dijo dan, que parecía haber recuperado la compostura de pronto. Se acercó a la puerta y me saludo antes de irse- me alegro que volvamos a ser amigos."

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2016 ⏰

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