Suena el timbre

77 8 1
                                    



Corro tan rápido que ya no siento las piernas. La lluvia me cae como pequeños aguijones en la cara. Entre las lágrimas y la oscuridad no veo por dónde voy hasta que tropiezo con un enorme agujero en el suelo.

No puedo dejar de pensar en lo que ha sucedido apenas hace una hora, sus caras no se me van de la cabeza.

Era una cena en familia como otra cualquiera, hasta que llamaron al timbre.

Nos acabamos de mudar a las afueras de la ciudad, a una pequeña casa rodeada de bosque, por eso nos extrañó tanto que sonara el timbre a esa hora de la noche. Fue mi padre el primero en acercarse a la puerta para ver quién era. Como no volvía a la mesa mi madre fue la siguiente, obteniendo el miso resultado que mi padre. La única que quedaba sentada a la mesa era yo, era como si el tiempo se hubiera detenido. Un escalofrío recorrió mi espalda en el mismo instante en que escuché unos pasos provenientes de la puerta principal, al momento supe que no eran de ninguno de mis padres. Salté por la ventana del salón y rodeé la casa hasta la entrada. La escena era tan horrible que mis tripas se retorcieron y vomité lo poco que acababa de cenar, lo siguiente que hice fue salir corriendo lo más rápido que me permitieron mis cortas piernas.

No sé en qué momento me desmayé, supongo que al caer al suelo. Ahora lo único que veo es el cielo nocturno cubierto de miles de estrellas. Intento incorporarme pero no puedo, alzo un poco la cabeza y con la escasa luz que proporciona la luna veo que estoy atada con una gruesa cuerda y lo que me rodea no es un suelo lleno de hierba sino paredes de tierra húmeda.

No tropecé con un agujero, caí en mi propia tumba.


Relatos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora