Día veintisiete.

33 4 0
                                    

Pero el único infierno que me importaba era el que ella poseía.

La luz de la farola iluminaba su rostro,

ese precioso rostro.

Las sombras que escondía me parecían mucho menos sombras cuando aquellas noches aparecía.

Me miraba,

la miraba.

Me enamoraba.

Sus labios siempre acababan junto a los míos, y quién sabía lo que eso depararía.

Había infiernos que nos buscaban por habernos saltado las reglas en las noches más frías.

Pero el único infierno que me importaba era el que ella poseía.

Quién sabe lo que vendría,

si a ninguno nos importaba lo que la vida nos decía.

    -NDA.

Diario de un jóven corazón roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora