Ataviada en un elegante vestido rojo se encontraba Inés en la boda de sus hijos, todos sus hijos, porqué no solo se trataba de Alejandro y Emiliano, ella consideraba a las tres “niñas” como suyas propias. Se sentía dichosa de poder ver a sus retoños alcanzar finalmente la felicidad. Tenía su cabeza recostada en el hombro de Victoriano, su marido; que increíble se escuchaba poder decir eso. Era su esposo, su hombre y ella finalmente la señora de Santos, su mujer.
—Que felicidad siento de ver a nuestros hijos casándose, de verlos tan contentos. —le dijo Inés en voz baja a su marido mientras lo miraba sonriente. En frente de ellos el padre llevaba a cabo la ceremonia de matrimonio de las tres parejas.
—Si mi vida, por fin alcanzaron esa felicidad que tanto ansiaban con el amor de su vida, igual que lo hicimos nosotros hace casi dos meses. ¿Puedes creer que ya llevamos dos meses casados? Mañana los cumplimos. —se acercó para besarla dulcemente en los labios. Ella correspondió gustosa y le sonrió.
—Sí, es increíble, ha sido maravilloso este tiempo entre nosotros, a pesar de todas las cosas que hemos tenido que enfrentar, el saber que estábamos juntos, que éramos un matrimonio, nos dio fuerza para seguir adelante aun ante los problemas que tuvimos aquí en la hacienda con lo del secuestro de Diana, lo de Connie, lo de tu hijo… —su voz sonó nostálgica, sabía que a Victoriano le había dolido mucho lo de muerte del bebito pero con el amor de ella y del resto de la familia, estaba aprendiendo a superarlo y a vivir con ello.
—Tú has sido mi guía, mi apoyo y mi soporte para salir adelante, y no solo ahora, sino desde el día en que te conocí, te convertiste en mi todo y por eso te amo tanto y te amaré siempre mi morenita. —pegó sus labios a los de su mujer para volver a besarla dulcemente, aunque si no hubieran estado en plena ceremonia de sus hijos, se la habría comido a besos allí mismo.
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Rato después la Hacienda Las Dianas se convirtió en un ambiente festivo, había buena música, comida, cientos de invitados y rostros llenos de felicidad por todos lados. Las tres parejas recién casadas estaban en la pista bailando muy felices, otras parejas comenzaban a unírseles también.—¿Me concede esta pieza señora Santos? —Victoriano le extendió la mano a su esposa invitándola a bailar, Inés se encontraba con sus nietas y sonrió al escuchar a su marido. —Niñas me voy a robar a su abuelita un ratito.
—Siempre te la robas abuelito. —le dijo Sabi riendo. Victoriano soltó una carcajada que terminó contagiando a Inés y a Marijo.
—Es muy lista esta niña. —dijo Victoriano mirando a su esposa.
—Sí que lo es, y tienes mucha razón Sabi, tu abuelito siempre quiere robarme, pero ¿no les molesta si me voy a bailar un ratito con él verdad? Después vuelvo con ustedes.
—No abuela, vayan tranquilos, Sabina y yo nos quedamos aquí. —Marijo aunque más reservada, les sonrió a sus abuelos, poco a poco estaba aprendiendo a quererlos y a considerarlos como lo que eran ahora; su familia.
—Bien pues muchas gracias por prestármela niñas, nos vemos en un ratito. —les sonrió a sus nietas y se alejó de allí hasta llegar a la pista de baile junto a su esposa.
Victoriano tomó a Inés por la cintura y la pegó a él por completo para empezar a bailar al ritmo de una canción lenta. Ella pasó sus manos alrededor del cuello masculino y lo miró a los ojos completamente enamorada. Pensó en lo mucho que lo quería, cada día lo amaba un poco más, si es que eso era posible. Él le correspondió a la mirada pensando prácticamente lo mismo, en lo mucho que amaba a esa mujer, a su morenita.
—¿Te dije lo hermosa que te vez hoy? Ese vestido rojo te queda muy bien, y ese labial del mismo color… Dios, me dan ganas de comerte a besos y morderte toda. —su voz sonó ronca, Inés conocía esa voz, era producto del deseo.
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LO QUE SIEMPRE SOÑAMOS SER
FanfictionDespues de tantos problemas, tantas lagrimas y tanto sufrimiento, al fin Inés y Victoriano habían alcanzado la felicidad. Ahora eran un pareja casada, viviendo su amor libremente y alcanzando por fin esa dicha que tanto soñaron tener y ahora era una...