Capítulo 10

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Los jóvenes seguían a la expectativa de lo que sus padres le responderían, Inés cerró lo ojos porque el dolor de cabeza la estaba matando y no se sentía como para dar explicaciones, se abrazó a su marido colocando su cabeza en el pecho masculino.

—No dormimos aquí. —respondió Victoriano.

—Eso es obvio daddy, tienen la misma ropa de ayer. —comentó divertida.

—Es que fuimos a dar un paseo por la hacienda para que a Inés se le bajaran los tequilas que se tomó pero ella no se sintió bien y nos quedamos en la casita que está por el lindero.

—Ah ¿y eso explica la paja en el cabello? —se reía.

—Quiero subir, me duele la cabeza. —dijo Inés incomoda, todavía abrazada a su esposo.

—Sí mi amor, subamos. Y ustedes ya dejen de andar de curiosos, nosotros somos los padres, somos los que podemos hacer las preguntas.

Los jóvenes rieron.

—Mira tu, ahora los pájaros le quieren tirar a las escopetas. —dijo abrazando a su mujer y encaminándose con ella hacia la planta alta de la casa.

Constanza y Emiliano se morían de la risa, era bastante obvio lo que sus padres habían estado haciendo fuera de la casa y si preguntaron fue solo para molestarlos. En el fondo les parecía tierno que aun después de tantos años de haberse enamorado y por tantas cosas que habían pasado aun tuvieran ese espíritu joven y conservaran una relación tan espontanea y llena de aventuras. Desearon también poder tener un amor tan bonito y duradero como el de ellos.
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Victoriano e Inés entraron a su habitación, ella se dejó caer en la cama acostándose boca abajo aun con la ropa y los zapatos puestos.

—Quítame los zapatos y dame una pastilla por favor, no me siento bien, me duele la cabeza. —pidió a su marido sin mirarlo.

—Eso te pasa por beber cuando no estas acostumbrada a hacerlo. —dijo riendo y se sentó a su lado para quitarle los zapatos. —Voy a pedir que te suban una pastilla y algo de comer pero no seas floja, vamos levántate, tienes que darte un baño para que se te pase esa resaca, todavía andas media borracha.

—No es cierto. —se volteo boca arriba ahora sí abriendo los ojos y mirando a su marido.

—Claro que sí. Ven vamos a darnos un baño. —la haló por la mano sentándola.

—Quítame la ropa. —dijo en modo de protesta.

—Ah no pero que floja andas hoy, el alcohol te hace daño, no vuelvo a permitir que bebas. —deshizo el nudo de su vestido y se lo quitó por la cabeza, la despojó también de su sostén y sus braguitas, dejándola desnuda sobre la cama.

—Cárgame. —le estiró los brazos. Él se echó a reír.

La cargó en brazos hasta dejarla de pie dentro de la ducha.

—Báñate conmigo.

Victoriano se desnudó y entró con ella en la regadera. Abrió el grifo e hizo que su mujer se parara justo debajo del chorro. Cuando el agua fría cayó sobre su cabello, ella abrió los ojos de golpe y sintió como poco a poco su cuerpo y mente iban despertando ahora sí de verdad.

—Ahh está helada. —Victoriano la abrazó.

—No te preocupes la calentamos rápido, además esto era lo que necesitabas para despertar y que se te pasara la borrachera.

—Lo dices como si me hubiera bebido diez botellas. —echó la cabeza hacia atrás disfrutando del agua que caía sobre su cuerpo.

—No fueron diez pero para lo que estas acostumbrada a beber fue demasiado, se te subieron muy rápido. —tomó el jabón para comenzar a lavar a su mujer.

LO QUE SIEMPRE SOÑAMOS SERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora