Capítulo 7

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Releyó los dos sencillos mensajes una y otra vez como para asegurarse de que era real aquello que estaba viendo. No quería desconfiar de su marido, tampoco quería pensar mal por causa de esos textos, pero no pudo evitarlo, sintió un remolino de celos que le recorrieron desde la punta del pie hasta la última hebra de su cabello.

¿Quién era esa tal Verónica? ¿Qué hacía Victoriano enviándole mensajes a esa hora de la noche y por qué ésta le respondía? ¿De qué le agradecía él y por qué aquella mujer quería reunirse pronto con su marido?

Esas y muchas otras preguntas inundaron la cabeza de Inés, sintió inquietud, coraje, dudas acerca de su esposo y aunque intentó calmar todas aquellas emociones no lo logró. Lanzó el celular a un costado de la cama justo al lado de ella. Estaba celosa, no quería sentirse así, usualmente ella no era una mujer de sentir celos pero la sola idea de imaginar a Victoriano con otra mujer la enloqueció.

Cuando escuchó ruido en la puerta del baño supo que su marido estaba por salir, agarró el celular y lo colocó nuevamente en la mesita de noche de su marido donde estaba originalmente. Se acomodó en su lado de la cama y fingió estar concentrada en un libro aunque en su mente solo podía leer aquellos mensajes.

—Mi amor estaba pensando que podríamos ir a salir este sábado con nuestras nietas, creo que nos caería bien compartir un poco mas con ellas, llevarlas al cine o comer. Ay esa Sabi es un amor y María José poco a poco se está comportando mas relajada con nosotros. —miro a su esposa y vio que ésta no le prestaba gran atención o por lo menos eso parecía porque no le contestaba. —Mujer ¿tan buena está la lectura que no me haces caso?

—Te escuché y sí sería buena idea salir nosotros dos con las niñas. —le dijo sin mirarlo.

—No pareces muy entusiasmada con la idea. —se acercó a ella envuelto solo en una toalla, le quitó el libro de las manos y la tomó por la barbilla para que lo mirara. ¿Te pasa algo?

—Nada. —lo miró queriendo matarlo con los ojos.

Intentó besarla en la boca pero ella volteó la cara y terminó besando su mejilla.

—¿Segura?

—Si.

—No te creo. —esta vez le sostuvo el rostro y la besó en los labios aunque ella no correspondió.

—Es tu problema.

—¿Qué te sucede mujer? Hace un rato estabas bien, hasta hicimos el amor y ahora tienes esa cara, estas de malhumor y no quieres ni besarme.

—No tengo que estar de buen humor todo el tiempo ¿o si?

—No, claro que no pero ¿por qué el cambio tan repentino? —se puso de pie y dejó caer la toalla para colocarse el pijama.

Inés lo miró de arriba abajo, era tan perfecto y varonil, le encantaba su cuerpo, su piel, su olor y todo de él.

Mientras admiraba a su marido vestirse delante de ella, recordó los mensajes y su rostro se volvió a tensar. Al imaginar que otra mujer pudiera estar disfrutando de todo eso que era de ella sintió otra vez aquella rabia acumularse en su pecho.

—¿No me vas a decir? —preguntó ya cambiado y recostándose a su lado.

—Ya te dije que no es nada. —le contestó de mala gana y él resopló frustrado.

—Esta bien, como quieras, cuando se te pase el enojo sin motivos vienes y me abrazas para que durmamos juntos como siempre. —le besó la frente y se recostó en su lado de la cama.

—¿A dónde fuiste esta mañana Victoriano? —preguntó rogando que él le comentara algo de la tal Verónica, algo como que era una socia o inversionista, lo que fuera pero que no se la negara, así ella se sentiría mas tranquila porque significaría que no tenia nada que ocultarle.

LO QUE SIEMPRE SOÑAMOS SERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora