Y entonces, te preguntarás, ¿por qué te escribo todo esto?
Mis pensamientos vuelan, mi corazón se acelera y mis dedos escuesen ante la necesidad de hablar sobre ti. Mi boca pide el decir tu nombre aunque sea en un triste susurro y mis labios piden tocar los tuyos.
Pensamientos sobre ti no me abandonan en todo el maldito día, a pesar de que te vea seis de cada siete días de la semana, ese séptimo día me haces falta.
Quisiera decirle a todos mis conocidos sobre lo maravilloso que es el querete y gritarle a cada persona de este mundo lo mucho que te quiero, pero, ¿si no soy capaz de decírtelo a la cara, por qué debería decírselo al resto de la humanidad?
Amo cuando te sonrojas, es que eres muy lindo. Muchas veces me dan ganas de apretar tus mejillas y estar entre tus brazos, sentir tu calidez junto la mía y no saber lo que es el frío.
Muchas veces me dan ganas de ser sincera, de decirte no te preocupes, cariño, yo te quiero pero siempre habrá algo que me lo impida.
Desearía decirte con toda mi alma amor, cariño, mi vida o cualquier otro apodo dulce y empalagoso que se me ocurra.
Contigo no me importaría ser la persona más cursi del mundo.