30 minutos

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De mi casa a la escuela son sólo cinco minutos en automóvil, vivo relativamente cerca. Pero de la escuela a mi casa, no me tomo cinco minutos para llegar, sino treinta.

Mis padres nunca me han recriminado el hecho de que llegue cinco, veinte o treinta minutos tarde; con trabajo y han de notar mi ausencia.

Tal vez te preguntes por qué carajos llego tan tarde si vivo bien cerca. Bueno, es que me gusta pensar.

No es que nunca piense, ni mucho menos. Sino que de verdad me gusta analizar las cosas que vivo de forma más detenida. Me gusta tener esos treinta minutos en compañía mía y de nadie más y el preguntarme ¿qué tal va todo, amiga mía? A veces la respuesta es positiva y me alegro de las cosas que he vivido; a veces la respuesta es negativa y el pensar en ello sólo me deprime más. Pero últimamente sólo puedo pensar en ti.

Demonios, te has metido hasta por debajo de mi piel, no puedo evitar pensar en ti ni aunque quisiera. Inclusive cuando pienso en no pensar en ti, pienso en ti, ¿entiendes? Ocupas cada uno de mis pensamientos y cada una de mis palabras.

Ahora, esos treinta minutos son tuyos. Tómalos, haz lo que quieras con ellos. Y no sólo esos treinta minutos, también las siete horas de escuela y mis ocho horas de sueño, mis mañanas y mis madrugadas de insomnio. Joder, todo mi maldito día es tuyo, no sabes cuánto me puedes destuir o alegrar en tan sólo un segundo.

Nada relevanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora