Capítulo 1

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Lauren Jauregui

El sol que entra por la ventana me despierta. Joder me duele muchísimo la cabeza, siempre me levanto con esta resaca de mierda. Se nota que ya no tengo 20 años. A mi lado noto una presencia y maldigo para mis adentros. ¿Quién coño se quedó ayer a dormir? Enfoco bien la vista y veo a una mujer rubia preciosa. Qué buen gusto. La figura que se marca debajo de mis sábanas de satén azules es sorprendente. Miro el reloj y son ¡las 10 de la mañana! Joder hace una hora que debería estar trabajando. Salto de la cama mientras llamo a la chica rubia de mi lado. No me acuerdo cómo se llamaba así que uso el truco de siempre.

-Eh, eh, cariño, despierta. Son las 10 de la mañana y tengo que irme corriendo al trabajo.

-Mmmm... Yo no tengo nada que hacer. Si quieres me quedo aquí hasta que vuelvas.

-Mejor no cielo. Tengo mucho trabajo pendiente. Ya te llamaré ¿vale?

Me abrocho el abrigo y salgo corriendo todo lo rápido que los tacones de 15 centímetros me permiten.

-Cierra cuando te vayas y... apunta en un papel tu número y nombre si quieres. Adiós.

Y cierro de un golpe la puerta antes de que pueda contestar.

Hace un día espléndido en el centro de la ciudad. Madrid a partir de las 8 de la mañana, es un lugar tranquilo y precioso. El sol que hace me obliga a ponerme las gafas de sol, porque aunque sea invierno el cielo está despejado y azul cian. Tendría que coger un metro para ir a mi empresa, pero no quiero llegar más tarde así que llamo un taxi. De camino a mi trabajo miro el móvil. En el correo solo hay publicidad y recordatorios de algunas reuniones. Cero llamadas. Pero miles de whatsapp. Solo hay mujeres en mi lista de contactos y 13 de las 15 conversaciones son chicas. Una me pide una segunda cita. Otra me propone una cena para el miércoles. La chica mona de los ojos azulados dice que quiere invitarme a una copa de vino en su casa. Mmmm ese plan suena interesante. Los demás los elimino sin ningún miramiento. No soy de las que da segundas citas.

Le regalo el cambio al taxista y subo corriendo las escaleras que me llevan a la entrada principal. Mi empresa tiene un precioso jardín alrededor, que siempre está muy cuidado. Al entrar por la puerta giratoria saludo a Tom, el guardia de seguridad, y paso los tornos con mi tarjeta de identificación. Espero al ascensor y miro mi reflejo en las baldosas de mármol. Joder estoy tremenda. Está mal que yo misma me lo diga, pero ¡a la mierda! si no me quiero yo, no me va a querer nadie. Tampoco necesito a nadie.

Soy de mediana altura, 1,63 para ser exactos. Tengo unas piernas largas y fibrosas. No estoy en los huesos porque prefiero tener el culo apretado en unos pantalones pitillo. Mis pechos son sinuosos y bien colocados, le quedan geniales los escotes que uso para decorarlos. Mi pelo negro largo contrasta con mis ojos verdes acua. Tengo los labios carnosos y siempre llevo un poco de color para hacerlos más apetecibles. Aunque soy la directora jefe del departamento de publicidad de mi empresa y tengo que tener elegancia y formalidad, llevo un piercing en la nariz que intercambio entre un brillante y un arito.

Tengo 26 años y me llamo Lauren Jauregui.

Una vez sentada en mi despacho, con la calle Gregorio Marañón de fondo, empiezo con el trabajo pendiente. Miro los dos spots publicitarios que están pendientes de mi aprobado. El primero es de un perfume para hombres. Un hombre guapo y musculado sale en primer plano con una camiseta de lino blanco haciendo contraste con su piel bronceada. El eslogan es lo que no me termina de convencer 'acércate a ellas, Misslohg hará el resto'. Siempre ellas. Chico y chica. A lo mejor un hombre quiere seducir a otro hombre con ese perfume. No me queda más remedio que aprobarlo y pasar al siguiente. Una marca de lencería se anuncia con ¡mierda! es la chica que esta mañana estaña en mi cama. Ni si quiera había vuelvo a pensar en ella. Esta campaña la apruebo sin duda, pero no sin antes contemplar el precioso cuerpo de esta modelo italiana. Entonces doy la vuelta en mi silla y miro a través del ventanal mientras llamo a mi secretario (no quiero mezclar trabajo y sexo, y me conozco) para que me traiga un café. Pienso en anoche. Después de trabajo invité a la italiana a mi club favorito a tomar unas copas y... lo que surgiera. Después de un trío con ella fuimos a mi casa y tuvimos un sexo excepcional.

black moon; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora