Capítulo 3

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 -Estoy soñando con ella- 

ella quiere mi esperanza ella quiere luz ella quiere vida eterna ella quiere luz ella quiere su verdad ella quiere luz ella quiere vida eterna ella quiere luz. 

Ella ha escapado de los rayos del sol, 
ha huido a la noche con alas llameantes, 
ha observado el mar desde las rocas,
dejando atrás a las estrellas, 
sucumbiendo al fulgor el primer día 
y finalmente me dejó en la arena. 


~

Louis deambuló por su propia cuenta por las estrechas y sucias calles del centro. Iba de un lado a otro, tratando de no mirar a los ojos a la que podría ser su próxima victima. No se había dado cuenta, pero lo que hacía era solamente dejar que su apetito creciera de una manera feroz. Ahora, el hambre lo carcomía pero estaba seguro de que en un santiamén cogería a alguien por detrás y le llevaría hasta donde nadie pudiera escuchar los gritos de pánico, los gritos ahogados. 

La actitud de Lestat le tenía sin cuidado y, en ocasiones hasta le era indiferente. Sin embargo, tenían décadas viviendo juntos, compartiendo ese Don digno de los dioses, por decirlo de algún modo. Antes de que llegaran a París sus vidas no se detenían en algún sitio (sólo para dormir)  y noche tras noche caminaban cual almas vivientes hasta el alba por aquellos sitios históricos del mundo. De aquí para allá, dos cazadores que eran prisioneros de la sangre dulce y deliciosa. 

En fin, Louis no había pedido aquello,  además, solía sorprenderse por el placer que le provocaba formar parte de la existencia de Lestat; ese ser con una gran supremacía muy bien medida, una persona muy hábil y.... demasiado coqueta. 

La casa era rodeada por una excepcional quietud, a diferencia de esos teatros y lugares en donde los murmullos y pensamientos de los humanos eran tan numerosos, hasta el punto de desquiciarlo. 

Después de haberse alimentado a mitad  del camino decidió marcharse a el refugio, en donde ahora yacía sentado en aquella cómoda silla junto a la ventana. Definitivamente prefería aquello que las 'aventurillas' de su compañero. 

Las tenues luces de las velas de su al rededor le acariciaban el rostro, al mismo tiempo que en sus ojos se reflejaba aquel brillo tan inhumano, tan lleno de muerte. Louis de Pointe Du Lac, ahora mantenía la espalda totalmente recargada sobre el respaldo de la silla y la cabeza ligeramente echada hacia atrás.

 Tan poco tiempo para el amanecer cuando advirtió la presencia más familiar para él acercarse; haciendo crujir la madera bajo su peso muerto, literal, cruzando el umbral de la puerta que se había mantenido abierta. Ahora su paso había cesado, mantuvo una buena distancia de Louis y lo observó en aquella absurda posición. 

Nada como aquel silencio.

-¿Cuánto tiempo permaneceremos aquí?-.Cuestionó Louis con los ojos entrecerrados admirando los diferentes tonos que el cielo iba presentando. 

-El hecho de que me haya tomado la molestia de conseguir esta....-.Hizo una breve pausa mientras echaba la mirada de un extremo a otro de dicha estancia-Casa... ¿No te dice nada al respecto? 

No dijo nada. Continuó contemplando aquel paisaje.

Con ligeros pasos Lestat caminó hasta quedar a espaldas de Louis y la silla, dejó descansar sus manos a los lados de esta y se inclinó levemente su oído-No me digas que no habías conocido una ciudad tan esplendida. Esto es justo lo que buscamos-.Susurró, casi tan bajo como algo que dijera para si mismo. 

-No, es justo lo que tú estabas buscando-.Inquirió, sin un cambio en su expresión.

-Louis, mi amado Louis, ¿No te das cuenta? Podemos hacer de esta ciudad toda nuestra. Un paraíso únicamente para los dos-.Comentó tan confiado de sus propias palabras y con la sonrisa más ilusionada y lasciva que podía mostrar. 

-Lo mejor es permanecer tan invisibles para los demás y no dar a conocer nuestra existencia. Seguir como hasta ahora, dejemos que sigan creyendo que somos un estúpido mito.

-Te doy un par de semanas para que logres convencerte de que nuestro lugar está aquí-.Con la boca entreabierta se inclinó unos cuantos centímetros más y, a penas  logró rozar la oreja izquierda de Louis con sus fríos y esbeltos labios. Subió sus manos por la fina madera de la silla e hizo contacto con el cuello de este. Colocó los labios sobre su mejilla y dio un gran suspiro a penas oliendo la sangre que corría por sus venas. 

Lo miró por varios segundos, disfrutando de la valiosa cercanía que se le estaba proporcionando. Entonces, aferró unos cuanto dedos a su cuello con la mano derecha y con la otra elevó el rostro ajeno para si; admiró toda es naturalidad y luego, al fin,  juntó sus labios a los de Louis. ¡Ah! Aquel instante que bien podría hacer durar hasta el final de los tiempos.

Louis, por su parte, había cerrado los ojos e hizo un par de torpes movimientos con sus labios ¡Qué frialdad eran sus respectivas pieles! Pero para cualquiera de ellos eso carecía de importancia. 

Entonces Lestat con la mayor agilidad y cuidado logró levantar a Louis de su lugar con solo mantener su mano en su cuello. Se retiró de sus labios y fue a parar hasta su cuello, pero no como lo hacía con sus victimas, en absoluto; Dejó dos besos seguidos y a continuación lamió la zona a la que tanto le encantaba rasgar con sus colmillos y con ello dar la muerte. 

Sin querer había provocado un estremecimiento a Louis, quien aún mantenía los ojos cerrados y había ladeado un poco la cabeza para permitir el paso de Lestat en su pequeña exploración. Se había resistido a todo aquello, pero al tener esos labios apretandole la piel ya no encontró más objeción. 

Lestat se detuvo e hizo girar al otro media vuelta para tenerlo frente a frente. Y, sin darle respiro volvió a besarlo con una fuerza mucho mayor. Pero esto no tuvo más duración ya que Louis esta vez se retiró y con una cara realmente desconcertada lo desafió. 

-¿Me concederías el privilegio?-.Tomó la mano de Louis entre la suya y la sostuvo en alto mientras lo encaminaba hasta el lugar en donde reposaban los ataúdes. Volvió a dirigirle la mirada mientras esperaba con paciencia su respuesta.

Louis de inmediato supo a qué se refería, entonces, miró a ambos objetos y luego asintió ligeramente volviendo la mirada a Lestat. Retiró la mano y acto seguido abrió el ataúd echando la tapa a un lado. Pero, este ataúd había sido el de Lestat, así que este entró primero y se recostó. Luego fue el ojos verdes quien entró y con cierto cuidado acomodó su cuerpo encima del otro. Echó la tapa encima y ahora la oscuridad los envolvía. 

No recordaba cuando era la última vez que habían hecho aquello, pero ahora Lestat alzó los brazos y se abrazó a la cintura de Louis, quien se encontraba quieto encima de él; claramente podía escuchar sus acelerados latidos. Además del ruido de sus respiraciones. 

Pronto a ambos les estaba llegando el delicioso sueño y en el exterior el sol reinaría. El dañino sol...

Y, antes de que perdieran la consciencia, Lestat logró susurrarle un "Dulces sueños" y sólo así pudo conciliar ese sueño. 

Eran una dulce y cálida compañía, cuerpo a cuerpo en aquellos momentos. 




Via Nocturna | Lestat;Louis |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora