Capítulo 11

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Demasiado de qué hablar; miles de dudas. Una mente desordenada y un largo letargo a la espera. 

Una belleza sin igual y una hechizante mirada. Pero qué temeridad pensar en ello. Por ahora... el embriagador sueño le extendía los brazos y prometía un dulce descanso. 

                                        Δ

Después de aquella noche no volvió a ver aquel extraño hombre, ni sintió la presencia de otro vampiro. Quizá, una sola vez era más que suficiente, quizá y ese encuentro fue mera casualidad y ese ser no encontró algún motivo para hacerse presente de nueva cuenta, aunque Louis deseaba verle y en más de una ocasión estaba a la espera de esa criatura de bellos ojos grises. Sin embargo, no volvió. 

Una noche, después de haber despertado bajó hacia la biblioteca, en donde al parecer Lestat estaba esperándolo. No se lo había hecho saber con palabras, pero sentía que era importante bajar e ir a verlo. Después de todo no era mala idea cruzar palabra con el rubio. 

Entró y lo primero que notó fue un montón de pergaminos sobre el extenso escritorio, desenrollados y otros tantos en su forma normal, como si nunca hubieran sido tocados. 

La suave calidez del fuego en la chimenea le transmitió una sensación mas o menos parecida a la que la sangre le podía procurar. Y revolviendo ese montón de pergaminos estaba Lestat, vestido tan impecable como siempre, y con una expresión afable, mientras tarareaba una canción. Al ver entrar a Louis una singular sonrisa se hizo presente en sus labios y dejó de hacer lo que hacía sólo para dirigirle una mirada.

—Mon Dieu! Louis me da gusto verte —. Pronunció con gran sinceridad.

 —Como si no verme por unas horas representara un martirio para ti —. Respondió este, sin embargo se arrepintió después de haberlo dicho, pues el tono empleado sonó un tanto engreído.

Lestat no respondió, siguió revisando aquellos pergaminos, de los cuales algunos parecían muy antiguos. 

—Es maravillosa, ¿No? —Dijo Lestat —, aunque me lo niegues y trates de ocultarlo yo sé que en el fondo has llegado a amar esta gran capital ¡Ah! París, una ciudad de ensueño. 

—Tiene su encanto, por supuesto —. Murmuró, mientras se sentaba en la silla situada frente al escritorio, en la cual alguna vez el rubio se había sentado. 

Se cruzó de brazos y observó con cierto interés lo que Lestat hacía, pero después se concentró en un punto que no existía, tomando una expresión más seria que de costumbre. 

—Louis, deberías olvidarte del nuevo mundo, del cual te he traído hasta aquí, sólo para que conocieras las antiguas artes y ciudades historicas —.Comentó el rubio con un tono evidentemente alegre, pero moderado, con un peculiar brillo en los ojos al hablar de sus anhelos para con Louis, aunque éste parecía menos entusiasmado. 

—Lo sé, Lestat, aunque salir de «El nuevo mundo» Como ustedes lo llaman, me ha quitado una gran carga de encima y he logrado ver muchas más cosas de las que yo nunca imaginé —Hizo una breve pausa y después continuó—. Aún así, no logro conseguir una paz plena, sabes a lo que me refiero. 

Apoyó los codos en el escritorio y juntó ambas manos a la altura de su mentón, en una posición muy similar a la que hacen cuando se disponen a rezar. 

Lestat miró de reojo al ojos verdes y una breve expresión de culpa pareció asomarse, suspiró y después de guardar un respetuoso silencio comentó: 

—Cómo es que das la apariencia de ser un auténtico ángel de piedra y por dentro lleves los sentimientos más humanos que he visto en alguien de nuestra especie. 

Aquellas palabras parecieron no emocionarle a Louis, aunque había escuchado a la perfección. 

—Dime, ¿A qué viene eso de que poseo sentimientos humanos? Evidentemente parece que en ti ya no existe rastro alguno, ¿Los otros son así? Dime, puesto que yo no he tenido la oportunidad de conocer a otro —. Finalmente posó sus ojos sobre Lestat. 

—Cariño, prefiero que eso sea algo que descubras  con el tiempo, y el día que conozcas a otro vampiro, espero que no sea pronto, te darás cuenta de lo que estoy hablando pero pareces no comprender aún. 

Ambos se miraron y la luz proporcionada por el fuego de la chimenea les tocaba el rostro, dándoles un aire atractivo, aunque los movimientos que empleaban resultaban ser demasiado diferentes y sobrenaturales para alguien vivo. Eran como unas sombras entre la multitud. 

—Por más que trates de romper tus lazos con la humanidad siempre tendrás dentro de ti esos débiles sentimientos. Ya verás que con los años te harás más fuerte. 

Después ninguno de los dos habló, pero eso no impidió que salieran juntos de caza, y a dar una acostumbrada vuelta al barrio. 

Al ir caminando en total silencio, Louis quien iba admirando cada parte del camino, se detuvo en seco al percatarse de que sus pasos los habían guiado hasta aquella que daba la impresión de ser una casa/negocio. Ese lugar le causó una sensación de mil escalofríos, pues volviendo días atrás, justamente ahí un espectáculo de piano se había llevado a cabo, con absoluta discreción. 

Lestat, al percatarse de esto se volvió hacia él y con un gesto divertido se llevó las manos a la cintura. Y, aunque en ocasiones el comportamiento de Louis era un tanto extraño no dejaba de sorprenderse por su «Torpe elegancia»

—¿Pasa algo? 

Louis abrió la boca, sin embargo ni una sola sílaba salió. Aclaró sus ideas y después repuso: 

—¿Sigues pensando en que hacemos lo correcto al quedarnos? 

—¿Tienes miedo de los otros?

—No, bueno —Contestó Louis mordiéndose su labio inferior, después continuó —, Sabes que desde que me creaste nunca he visto a uno como nosotros. Y esa vampiresa que vimos me dejó un tanto inquieto, más que nada porque mis poderes comparados con los tuyos son débiles, tú lo has dicho. Y no tengo idea del nivel de fuerza que pueda tener otro vampiro, apenas y logro leer la mente de los humanos....

—Louis —. Pronunció Lestat en un murmuro, colocando una de sus manos en el hombro izquierdo de su compañero. Este lo miró un poco avergonzado, pero agradeció aquel gesto amable. 

—Ven conmigo —. Los ojos de Louis brillaron y de pronto su rostro pareció iluminarse ante la idea que le había llegado a la mente. Tomó la mano de Lestat que estaba en su hombro y comenzó a caminar, casi jalando al rubio, quien no dijo palabra y sólo le siguió el juego. 

No llevaba ni dos metros en recorrer cuando ya había tomado una gran velocidad y junto con Lestat corrió hacia lo que era campo abierto, corriendo por el camino totalmente despejado y rodeado de hierba alta. 


Via Nocturna | Lestat;Louis |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora